viernes, 10 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas VIII

Pablo Ureta en su habitad
Hacía ya un par de días que estaba esperando esta salida, íbamos a hacer circuito de montaña con Pablo Ureta. Pablo ganó 3 veces El Cruce de los Andes, además de innumerables carreras de montaña en el país y en el exterior. Ya habíamos corrido varias veces juntos en estos días pero siempre sobre calles de ripio o en la pista, y veníamos bastante parejos en los ritmos, pero la idea hoy era otra, hacer senderos bien trabados y ascensos y descensos por circuitos técnicos. Sabía que él era muy bueno haciendo eso y tenía una gran incertidumbre sobre qué en que se basaba esa ventaja sobre corredores que en llano iban más fuerte que él.
No pusimos horario de salida por la mañana ya que era la única sesión del día y no había tanto apuro, lo que ocasionó que terminásemos saliendo un poco tarde, cuando el sol ya nos miraba desde muy arriba. Mientras nos preparábamos le dije que él elegiría el camino pero solo le pedía que fuera posible correr, que por su dificultad no terminásemos caminando. Me respondió; yo voy a correr seguro. Le devolví un; si vos corrés yo también. Ya tenía una idea aproximada de que hacer en esos 90 minutos que iríamos juntos, solo era cuestión de seguirlo conservadoramente durante los primeros 45 minutos y ver luego si podía yo imponer un poco el ritmo. Y con esa idea en mente prendí mi cronometro una y media.
El circuito de hoy, primero montaña y luego agua
Unas pocas calles de adoquín, luego otras de ripio, seguidas por un sendero que se perdió en el filo de una montaña y a los 14 minutos me di cuenta que no hacía falta los otros 76 minutos. Ya había descubierto por qué es tan dominante en la montaña. Se lanzó por la ladera virgen de la montaña, intenté seguirlo con precaución, para cuando hice el 30% del recorrido él ya estaba en la base sacando fotos y con cara de lástima al verme bajar como un paralitico entre espinas y piedras. Y eso recién empezaba. Al ver que afuera del sendero iba a ser imposible que llegásemos a ningún lado, se apiado de mí y buscó caminos más fáciles, traté de soltarme e ir un poco más ágil  y hasta por momentos lo logré en cierta medida. Pero antes de llegar a los 40 minutos sentí que la montaña se empinaba cada vez más y que cada paso era como una sentadilla mientras trataba seguir corriendo detrás de Pablo, hasta que pasó; él corría y yo caminaba por los mismos lugares. Entendí que se podía correr por ahí, solo que yo no podía hacerlo. Y eso recién empezaba. Traté de seguirlo caminando, trotando, arrastrándome o como sea ya que él iba de paseo y quería retrasarlo lo menos posible. Pero antes de llegar a la hora pisé sobre el mismo arbusto que había pasado él pero por lo visto mi pie no se movió de la misma forma y toda la montaña empezó a girar. En realidad ella se quedaba quieta y el que giraba fui yo. Por suerte no fue mucha distancia pero lo suficiente para golpearme por todos lados y llenarme de espinas de cactus las piernas, me asustó la caída, pensé que me había roto algo y durante un instante no sabía dónde iba a terminar. Quedé un poco shockeado y a pesar de que Pablo hizo todo lo posible por calmarme pasaron varios minutos hasta que me anime a volver a correr. En ese momento terminé de entender que no era mi lugar y no tenía mucho para hacer ahí, buscó la mejor forma de salir lo más fácil posible y recién recuperé el habla fluida cuando pisamos un camino firme, mis piernas se soltaron y con ellas volvió mi humor.
A partir de ahí cruzamos el corazón de Cachi rumbo al río homónimo, ahí todo fue mucho mejor, me sentí más o menos cómodo entre los cantos rodados y el agua y la corriente turbulenta sirvió para desentumecer un poco las piernas. Al finalizar la hora y media me zambullí en las marrones aguas que fueron una caricia para mis músculos y aproveché para sacar algunas espinas que aún querían permanecer en mis piernas. Pablo siguió media hora más zigzagueando por el río Cachi y lo esperé a sumergido bajo el puente para volver luego juntos a la casa. 
Así me dejó Ureta...
Había aprendido mucho en ese caluroso mediodía cacheño, tuve la suerte de ir con un gran maestro y si bien mi técnica de montaña no había mejorado mucho si entendí que es prácticamente otro deporte y que nada tenía que ver con correr sobre un ovalo naranja. Fue un placer el contacto piel con piel con la naturaleza, sentirme dentro de la montaña y no solo observándola desde lejos, disfruté viendo a Pablo surfear los ríos secos que cortan las laderas pero también aprendí que fuera de los senderos o caminos solo puedo moverme lentamente. Es cuestión de escuchar a los caminos, te dirán lo que vieron, no fui el primero en caer ni seré el último; sólo hay que aprender, levantarse y seguir caminando.

3 comentarios:

  1. Companerooooooooo.... Si sabia que ibas a comprar un lote en las laderas de Cachi te acompanaba con unos pesitos... Como siempre un placer leerte y correr con vos a la distancia.
    Reportando desde las altas cumbres nevadas de General Rodriguez te manda un abrazo Tu amigo jachi Costalonga.


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    1. Amigo, sería genial comprar lotes cerca, no tendría que viajar tanto para visitarte. En breve espero tu crónica de El Cruce así yo también corro con vos por la cordillera.
      Abrazo enorme!

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  2. Justo fuistes a salirrrr con una cabra de montañaaaa ja ja y bueno no te quejes tenes un lindo terrenito en cachi para ser algun emprendimientooo ja ja ......gran relato falto la foto del codo a codo con la madre naturaleza

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