4 x 2 km entre el tartán y el cielo |
Fueron cuatro repeticiones de dos mil metros y la pausa
entre cada una duraba hasta que llegara a 120 pulsaciones por minuto. Muy buena
sensación, no fue un ritmo vertiginoso pero se sintió bien, las pausas fueron
de unos 45 segundos y fue placentero para ser mis primeras pasadas en la
altura. Sin duda el óvalo es mi lugar, a pesar que acá hay senderos mágicos
para recorrer, girar mano a mano con el reloj tienen para mí un encanto único.
Habiéndome levantado a esa hora no me dio la cara para encontrarme
con la siesta, aunque un poco me buscó, utilicé esas horas en que Cachi cierra
sus ventanas y el silencio se adueña de las calles para elongar y quedar listo
para la sesión de la tarde.
Persiguiendo a mi principal contrincante |
Dicen que París es la ciudad del amor pero Cachi me muestra
muy romántico; me la paso suspirando. No importa si voy lanzado en una bajada,
girando en la pista, remontando una cuesta, trotando suave, caminando, tomando
un vaso de agua o recostado leyendo, siempre falta un poco el aire. Es raro, no
diría que molesta mucho, pero parece que, por ahora, la altura nunca me deja
olvidar que acá la que manda es ella. Por otro lado se compensa con creces la
falta de oxigeno con la sobra de felicidad.
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