lunes, 16 de junio de 2014

Una carrera de 3.000 kilómetros


Dentro de las pequeñas alegrías de la vida, una que disfruto mucho es atarme los cordones. Y así como en una soleada mañana, allá por noviembre del 2013, me ataba los cordones para salir a trotar junto con un amigo que me dio el atletismo, Javier Carriqueo; este pasado sábado siete de junio me ataba los cordones para entrar en calor antes de mi última carrera de la temporada. ¿Qué tienen en común esas dos ataduras con treinta semanas y 3.000 kilómetros en el medio? Fue el inicio de dos historias similares; una duró más de medio año, la otra menos de media hora, pero la cantidad de puntos en común fue sorprendente.
Entrar en calor tranquilo, reencontrándome con amigos de la pista, con tiempo y sin apuro, sobre el suave pasto del CeNARD fue un espejo de noviembre, con semanas suaves de vuelta a la actividad, sintiendo poco a poco como mi cuerpo se iba despertando.
Ganando los 8k Dole Team Race
Diciembre calentaba mí cara, me daba muchos días para correr con la piel al viento y disfrutar dorándome al sol, las sensaciones eran cada vez mejores y en mi debut en la temporada era el más rápido en recorrer 8k en Palermo con más de 30°; así también las piernas se mostraban sueltas sobre el tartán minutos antes largan los 5.000 metros el pasado sábado.
Corriendome por Cachi
1° vuelta en el 5.000
Ya un nuevo año me encontraba a miles de kilómetros de mi casa y a otros miles sobre el nivel del mar, los áridos caminos de Cachi me cargaban de energía, nuevos amigos como Pablo Ureta me mostraban de que se trata la montaña y viejos amigos como Ezequiel Morales me enseñaban de que se trata correr; de la misma forma giraba la primer vuelta en el ovalo del CeNARD, suelto y cómodo detrás del pelotón de punta, fue Nacho, mi hermano, quien me volvió a la realidad al cantarme la primer vuelta en 1’10” y entender que debía regular el ritmo para llegar entero al final de la carrera.
3.000m Pre ODESUR
Siendo alcanzado por Félix
La energía que acumulé en Cachi explotaba en febrero en Lobos, cerrando la mejor pretemporada de mi vida, me sentía en un gran momento y le ponía el broche de oro debutando en los 3.000 metros en el Torneo Pre ODESUR, casualmente largaba junto con quien había empezado la pretemporada, con la diferencia que Javier llegaría un poco más adelante ganando la carrera. Así también el impulso de la primer vuelta me dio la sensación de comodidad a medida que pasaba el primer kilómetro, y otro amigo del ovalo que siempre va por más, José Félix Sánchez, me pasaba en busca del pelotón del punta.
Ya en marzo el calor se iba despidiendo, los días acortando y poco a poco intentaba pasar esos largos kilómetros de la pretemporada a rápidos kilómetros en competencia. En General Rodríguez los 8k del Rotary Club de calle me mostraban fuerte y disfrutando rodeado de amigos, pero algunas semanas después los 5.000 metros de la FAM no salían como esperaba. Volviendo a la carrera, el segundo kilómetro también se empezaba a poner cuesta arriba, pero igualmente me encontré acompañado por un amigo al ser alcanzado por Eduardo Cardozo, que venía con la fuerza que lo caracteriza, tomando la delantera e imponiéndome un ritmo de carrera que a duras penas podía soportar.
Con Caro ganando la Dow
Campeonato Nacional de 10.000m
Abril mezclaba resfríos que no me abandonaban con buenos momentos, entre entrenamientos que no salían también hubo buenas sensaciones, principalmente en las competencias. Una vez más compartía con una amiga que me dio correr, junto a Caro Rossi disfrutábamos y ganábamos en la Dow Team Race y sobre el final del mes lograba mi mejor marca, en la carrera más importante, el Campeonato Nacional de 10.000 metros en Rosario. De igual forma por la mitad de la carrera se combinaban buenas y malas vueltas, algunas en la que me parecía imposible seguir los pasos de Eduardo y otras en la que pasaba delante de él para colaborar manteniendo el ritmo.
Campeón Metropolitano
Yendo a buscar en el 5.000
Pero el frío de Mayo gastaba mis últimas energías, luego de un 5.000 donde parecía tocar fondo, reunía lo poco que quedaba y sacaba lo mejor de mí para llegar con todo a la otra gran cita del semestre, el Campeonato Metropolitano de 10.000, sin duda el mes fue una tormenta, pero al final brilló el sol. Cuando Eduardo empezó a disminuir su ritmo también parecía que ya no tenía más con quien luchar, pero pude reacomodarme y mirar hacia adelante, clavando mis ojos en la nuca de Alexis Pensa que venía tercero, y poco a poco acercarme a su espalda, ya faltando escasos metros para la vuelta final logro conectarlo y siento que nuevamente la tormenta pasó, me quedó detrás de él mientras escuchamos la campana, que nos recuerda que solo 400 metros nos separan de la llegada.
En junio los caminos se juntan, el final del semestre es el final de la carrera, en poco más de un minuto ya todo terminará. Siento los cambios de ritmo que me marca Alexis pero la imagen del final me da fuerzas para seguir firme, ya todo termina, solo queda el último esfuerzo, la última recta, la última carrera. Entramos a la curva final y me preparo para lanzarme, me voy abriendo y al visualizar la llegada me arrojo corriendo hacía la línea, lo paso, siento que se va quedando, busco sabiendo que peleamos por la última vacante en el podio. Pero faltando menos de 40 metros me sorprende la velocidad con la que se aparece sobre mi derecha, va suelto y firme mirando al frente y a pesar de que intento responder al ataque, llego a la meta 61 centésimas por detrás de Alexis.

...aunque algún día el reloj se pare...
Los números marcan que objetivo planteado a principio del ciclo no se cumplió, mi marca en los 10.000 sigue arriba de los 32 minutos, al igual que en esta carrera la meta de correr en 15’25” tampoco se logró, me tomó 15’28” dar las 12 vueltas y media. Pero los números son solo excusas para buscar algo mas y no reflejan que la felicidad si se dejó ver innumerable veces. Reí, disfruté, compartí, saboree, me divertí, mejoré, aprendí, exploré, gocé, sonreí, me emocioné, recibí, descubrí, di, valoré, amé y fui feliz. Nada de eso figura en las marcas, pero si marcaron mi alma. Los números seguirán ahí, serán la excusa para buscar más en el próximo semestre, pero aunque algún día el reloj se pare lo que sentí me muestra que el tiempo corrido no fue en vano.

miércoles, 4 de junio de 2014

La historia de una tormenta


Bronca, enojo, frustración. ¿Por qué los tiempos no salen? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Ya no puedo superarme? Toda esa tormenta tronaba en mi mente mientras, con la cabeza a gachas, salía de la pista. Había abandonado por la mitad mi entrenamiento, de quince pasadas había hecho la cuarta demasiado alejado de los tiempos, todo parecía imposible, no tenía sentido seguir empujando. Me desplomé en el asiento del auto y escupí mi bronca en un mail a mi entrenador. Después de la mejor pretemporada de mi vida, cuando parecía que solo quedaba cosechar lo sembrado, la realidad me pegaba en el pecho y no podía hilar un par de buenas semanas seguidas. La confianza había desaparecido tras las nubes y ya no se veía ningún cielo.
Campeonato Nacional de 10.000 m
Luego de un buen Campeonato Nacional de 10.000 m se venía un 5.000 en el CeNARD como preparatorio para el Campeonato Metropolitano (junto con el Nacional era la otra gran cita de la temporada). A pesar de todo, mi marca de 15’33” parecía accesible en los papeles y sería un incentivo para volver a encaminarnos. Pero quedaría solo en los papeles, la tormenta no amainaba, con 15’48” había quedado muy lejos de escampar las nubes, y ahora si parecía tocar fondo. Quizás lo mejor era dejar de buscar un sol que no quería mostrarse y parar a descansar, acortar la temporada, olvidarse del Metropolitano y volver a empezar de cero. Por suerte Ezequiel Morales, el hombre que planifica mis pasos en el atletismo, no me dejó abandonar el barco, había que seguir hasta el final del viaje sea este cual fuere. Entonces ya solo podía ajustar las velas y continuar navegando.
Camp. Metrop. 2013
Quedaban solo tres semanas para la distancia que más me importaba en el Campeonato Metropolitano, los 10.000 metros. El año pasado casi sin darme cuenta había logrado ganarlo, pero en ese momento la alegría de haber bajador tanto la marca (pasó de 33’16” a 32’38”) me ocultó un poco la importancia del triunfo. Con el paso del tiempo entendí que había conseguido a nivel federativo el titulo más alto al que hoy puedo aspirar, el siguiente nivel sería un Campeonato Nacional. Ahora volvía la cita y quería ganarla entendiendo lo que significaba. Solo había una forma, dejar de mirar atrás y pensar cada día como el más importante. Así hice, mejoré mis recuperaciones, fueron más baños de hielo, más masajes, más elongaciones, cuidé mis comidas, y sobre todo fui a la pista realmente como si fuera la última vez, cada día.
Esa dedicación poco a poco me devolvió la confianza, sabía que no se podía cambiar en tres semanas meses en que las cosas no funcionaron del todo bien, pero me tranquilizaba haber luchado hasta el final, y ya solo quedaba lo más fácil; correr.
Sin duda me generaba cierta presión haber ganado el año pasado, a lo cual se le sumó el hecho de que por primera vez largaba siendo el que poseía mejor marca personal dentro de la lista de inscriptos. Si por un lado es una ventaja saber que dentro de la carrera nadie ha corrido más rápido que uno, por el otro hay que demostrar eso una vez más. Pero de una forma u otra el día llegó y había que salir al ruedo.
Sabía que tenía que estar atento al subcampeón del año pasado, Eduardo Cardozo. En el 2013 habíamos hecho una gran carrera, cambiando constantemente la punta, la cual se definió ya pasado el séptimo kilómetro. Tenemos muchas competencias codo a codo y nunca ha sido claro quién puede llegar primero hasta las últimas vueltas.
Acabado los preámbulos, las cartas estaban dadas y el pistoletazo inicial indicaba que había que jugarlas todas en esos veinticinco giros. Ninguno de los dos tomó la punta al inicio, quedamos agazapados a la espera de ver el ritmo de la primera vuelta, pero antes de terminarla, entrando en la recta principal siento que hay que darle más agilidad y pasó al frente con Eduardo pegado a mis espaldas. Un parcial de 1’21” confirma lo que sentía e intento buscar más. 
La idea era dar un par de giros para entrar en ritmo y luego ceder la punta para no cargar con todo el peso de liderar la carrera. Pero a pesar de que el primer kilómetro no terminé de soltarme y pasamos en 3’20”, Eduardo levemente iba dejando una brecha entre los dos. Comienzo a dudar si es una estrategia para reservar energías buscando una carrera más táctica y si debo también reservarme o en cambio aumentar el ritmo y ver que pasa detrás de mí. Ya con un segundo kilómetro de 3’15” siento el sonido de los pasos un poco más lejano, poco a poco me voy soltando, pasando rezagados, procurando no alterar mi ritmo en el sobrepaso y controlando el esfuerzo para buscar la mayor velocidad si usar todas las cartas en las primeras manos.
Atravieso el cenit de la carrera en 16’15” y la diferencia con Cardozo ya es de casi cien metros, ahora es más fácil controlarlo en la curva sin mirar hacia atrás; tomando como referencia mi ingreso a la recta principal intento alejarme vuelta a vuelta a pesar de que ya se siente el peso de los kilómetros. Abro solo algunos metros por vuelta pero sumando cada vez más sigo empujando para definir la carrera. Hasta que faltando unas siete vueltas lo veo caminando al costado de la recta opuesta.
En ese instante sucedieron dos cosas, por un lado supe que iba a ganar pero por el otro mi mente perdió la motivación por seguir empujando al límite. Los objetivos de ganar y mejorar mi marca  de 32’23” ya parecían definidos; el primero era casi seguro, el segundo casi imposible. Busqué seguir suelto, no salir de la sensación de competencia pero fue inevitable un caída en el ritmo, ya no pensaba en el reloj, solo en terminar bien y disfrutar esos veloces segundos finales que se apresuran cuando se gana una carrera. Para terminar en 32’48” mi vuelta final empezó cien metros antes del campanazo, me había propuesto dejar lo último entre los 9.500 y los 9.900 metros; como regalo me quedaban los últimos cien metros para saborear paso a paso la victoria.
Conecto a un rezagado justo antes de entrar a la recta final, rápidamente lo sobrepaso, quiero toda la recta para mí solo, para correr dejando atrás todo, quedando cara a cara con mi sueño; volver a ser campeón metropolitano de 10.000 metros. Finalmente las nubes se han abierto, la tormenta ha pasado y el sol me pega en pecho, los pasos se acortan, los brazos se abren, siento el calor acariciando mi cuerpo cansado y la sonrisa florece, ya la lucha terminó. La línea me recibe y me brinda el calor de la meta, mi garganta explota en un grito, me tiendo agotado sobre el tartán, el mundo se detiene por un instante y solo puedo ser feliz.