jueves, 16 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas XIV

Catorce días, en menos de la mitad Dios creó el mundo, y en el mundo puso un majestuoso valle, elevado y polvoriento, que los humanos denominaron calchaquí. Allí se emplaza un pueblito que no llega a las tres mil almas, pero que irradian una calidez mayor que grandes multitudes. Al abrigo de ese calor entrené por catorce días, buscando encontrar algo distinto más cerca de las nubes. Fueron 24 sesiones que llevaron poco más de 26hs y que me hicieron recorrer 309 kilómetros para finalmente llegar al mismo lugar de donde salí. Corrí sin rumbo fijo, subiendo, bajando, girando, sintiendo que cada paso me acercaba más a la meta. Pero hoy al detenerme en la partida descubrí que no había nada nuevo al final del camino.
Hoy volvía a correr por el circuito “Cachi adentro” que tanta felicidad me dio al llegar, no encontré las mismas sensaciones, fueron otras, habían pasado cientos de kilómetros entre la primera vez y esta, fueron distintas; la primera vez disfruté al llegar, esta segunda al transcurrir. Y fue una metáfora del viaje; me mostró que la recompensa no está al final del camino, está en el camino, se obtiene recorriéndolo, no importa que tan lejos lleguemos, que tal fuerte vayamos, antes que quien arribemos, la diferencia está en cómo lo transitemos, en que tanto nos entreguemos, como abramos nuestros ojos, cuan dispuestos a vivir nos mantengamos al caminar.

Siempre habrá cuestas empinadas, pero en su cima descubriremos nuevos horizontes. Vendrán declives suaves o descensos abruptos, pero al final siempre la caída de detendrá. Las piedras ardientes se mezclaran con los arroyos refrescantes, el sol con las sombras, el día con la noche. 
Todo se nos presentará en el camino, el mundo se creó girando y así seguirá haciéndolo, sólo depende de nosotros como lo veamos girar en nuestro derrotero, somos estrellas fugaces en un firmamento infinito de un mundo que no se detiene, el cielo ya estaba antes de que llegásemos y seguirá estando al apagarnos, nuestro viaje es corto, nuestros sueños finitos, pero esa fugacidad los hace únicos, está en nosotros volar ciegamente hacía algo o disfrutar mientras volamos.

miércoles, 15 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas XIII

Hoy me fui a despedir de la pista más alta del país, al menos por un tiempo. Había visto que el pronóstico anunciaba un día un poco más fresco luego de la lluvia de ayer, por lo que no habría problema en ir a hacer las pasadas cerca del mediodía. Aproveché, dormí suelto y salí sin apuro, ni siquiera fui trotando desde la casa, caminé tranquilo, disfrutando de la mañana que ya iba llegando a su final. Al llegar, como imaginé, la pista ya había quedado desierta, me esperaba sólo a mí y a las 6 series que tenía que recorrer, eran: 600 metros en 1’54” (ritmo de 3’10”/km) luego 1’00” de pausa, seguía con 400 metros sueltos, buscando un poco mas de velocidad que en los 600 y luego de eso 1’15” de pausa. Con repetir seis veces eso estaría por terminada mi actuación en la pista de Cachi.
Sin prisa pero sin pausa hice la entrada en calor y sin pensarlo mucho me lancé al primer 600; salí rápido y después para compensar aflojé demasiado, por lo que salió bastante desparejo y para colmo lento: 1’57”. Igual no era tan grave, el baile recién empezaba y se iban calentando las piernas. El 400 salió tranquilo en 1’13”, la idea es que fuera progresivamente cada vez más rápido así que no quise apurar mucho de entrada. La segunda serie se fue a 1’52” y 1’09”, pero ya se notaba la falta de oxigeno. No era tan exigida la pasada en sí, pero al principio de la pausa la boca me quedaba un poco chica para tomar aire. Luego todo se estabilizó en 1’54” y 1’10”,  ya sobre el final hubo algún momento en que al terminar la pasada me preocupé un poco, realmente no entraba el aire, no iba corriendo al límite pero esos segundos luego de cruzar la llegada eran un tanto agónicos, al poco tiempo todo se estabilizaba y volvía a largar bastante bien. Pero por eso no me animaba a soltarme mucho por temor a no lograr mantener el ritmo hasta el final, recién en el último 400 busqué correr bien suelto y empujar técnicamente correcto con las piernas, sin contracturar el tren superior y marqué 1’06” la vuelta. Ya estaba, había entrado a la recta final sabiendo que eran mis últimos pasos exigidos por el tartán de Cachi, de esa forma los disfruté y de esa forma crucé la línea, feliz de todo lo corrido en esa carpeta naranja.
Sólo quedaba aflojar y encontré una agradable compañía, un veterano atleta salteño estaba trotando por el andarivel cuatro y me sume a sus pasos y los de su compañera, la grata charla nos llevó sin darnos cuenta a pasar los 15 minutos y cuando estaba por terminar me pidió le impusiese una vuelta a ritmo así él movía un poco, yo le devolví la propuesta de la siguiente forma: él pondría el ritmo los primeros 200 metros y yo mantendría ese ritmo los últimos 200. Como imaginé sobre el final de la vuelta sufrió un poco el entusiasmo inicial con el que había largado, pero a pesar de todo terminó sonriente y yo sonreí con él al sentir su alegría. Uno puede acercarse a un picado callejero y pedir entrar para sumarse al partido de futbol, o ir a un club de tenis y buscar un compañero para pelotear un rato, pero difícilmente un deporte una a atletas de lugares, condiciones y características tan distintas como el running y a su vez permitiendo llevar una charla y conocerse mientras se entrena.
Por la tarde sólo quedaba aflojar, me había cruzado con María Peralta antes de entrar a la pista y acordamos salir con ella y Lucas seis y media. Así fui y me pasé otros 45 minutos de charla que con Lucas prolongamos a dos vueltas más ya que el tema venía muy entretenido. Fue lo que yo considero un entrenamiento sin costo mental, ya que si bien las piernas se ejercitaron la mente no se enteró de que estuvieron moviéndose. Incluso me sorprendió el ritmo promedio de 4’38”/km ya que iba tan relajado que hubiese imaginado algo así como cinco minutos por kilómetro. Resultaron ser muy simpáticos y cálidos ambos y fue muy placentero tenerlos un par de veces como compañeros de entreno.
Un poco me cuesta creer que sólo quede un entrenamiento más acá, ya casi todo pasó, un poco rápido quizás, si bien parece que hace mucho que estoy en estas tierras, por otro lado todo sucedió con cierto vértigo, muchas alegrías seguidas. Mañana me espera nuevamente la vuelta de “Cachi adentro”, la que tan felicidad me dio el cuarto día de entrenamiento. Sé que va a ser distinta, ya que no se bebe dos veces agua del mismo río, pero aguardo navegar por sus calles con la misma sensación de sentirme plenamente vivo.

martes, 14 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas XII

No importa si son dos semanas, cuatro o seis, cuando llego a los últimos días de un viaje comienzan a mezclarse las emociones entre disfrutar lo último que queda y las ganas de estar en mi hogar. Sin duda este es un lugar soñado para entrenar y lo estoy disfrutando plenamente, pero a su vez mi casa es mi lugar en el mundo, y en cierta medida el final de cada camino. Así estamos transitando por estos últimos días; entre las ganas de que dure un poco más y los deseos de estar tocando el piano o jugando con mis perras.
Hoy tocaba recuperar un poco de energías para afrontar los dos últimos días. Por la mañana troté por Palermo; no imaginen el mayor barrio porteño, menos aún la localidad Italiana homónima, sigo en Cachi, no me fui aún. Acá se denomina así al camino que lleva hacía el pueblito de Palermo, al norte de Cachi. Es un trazado que sube levemente hasta la mitad de su recorrido para luego continuar con subidas y bajadas abruptas pero cortas. Apenas si llegué a hacer algunas de esas cortadas cuando ya se cumplió la medía hora y tuve que volver sobre mis pasos, disfrutando de la tenue bajada que me había ganado al subir. Fui sin ningún tipo de apuro, dejando que el reloj marcase el ritmo que quisiera y solo preocupado por disfrutar del paisaje. En algún punto podía asomarme al barranco que caía hacía el río Cachi, que fino y perezoso serpenteaba por su ancho cauce, y deleitarme con un paisaje enorme y cambiante. Las casas diminutas en la costa del río, el largo puente de la ruta 40 al final del paisaje, los sombrados sobre la costa sur del cauce. La vuelta era solo dejarme llevar por la gravedad y eso hice.
Por la tarde, luego de la siesta de rigor nos recibió la lluvia; lenta, tranquila, suave se extendía por el pueblo. No es nada común que llueva tanto acá, si bien no debe haber sumado ni diez milímetros de lluvia desde que llegamos para Cachi es un diluvio. Esperando que las nubes me volvieran a consentir aguardé a que pararan de llorar. Y cerca de las seis así fue, las gotas cesaron y los rayos del sol empezaron a asomarse. Salí hacía la pista de atletismo para hacer otros 45 minutos sin apuro, había algunos atletas que ya estaban terminando y no encontré con quien girar, así que solo empecé a dar vueltas al ovalo naranja. La lluvia reciente se sentía en la suavidad del tartán, un par de charcos tachonaban el andarivel cuatro por el que giraba y poco a poco el tiempo fue pasando. Sobre el final el sol se escondió y las nubes conquistaron la totalidad del límpido cielo salteño, la lluvia volvió a caer como una bendición y me regaló la experiencia del agua del cielo en mi carrera por Cachi. Sin frío, sin viento, casi como una caricia que me relajaba para mañana, el último entrenamiento de pasadas en estos suelos.
Empieza a intrigarme cómo será el regreso, que cambios se produjeron en mi cuerpo en estos días, si notaré algo al volver a entrenar en Lobos. Es otro de los motivos por los que quiero volver, para medirme en un medio conocido y ver si mis piernas se sienten distintas. Cómo siempre el tiempo lo dirá.

lunes, 13 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas XI

Noche agitada, pero a nivel respiratorio. La peor desde que llegué, me costaba respirar, iba de suspiro a suspiro y llegué a pensar que no podría dormir. Por suerte al final el deseado descanso llegó. Pero a la mañana en el desayuno, Ezequiel, mi entrenador me dijo que seguramente se debía al cansancio acumulado y que evaluara al hacer las primeras pasadas si estaba para hacerlas todas o las dejábamos para mañana. Tocaban 10 de 800 metros en 2’40” (3’20”/km) con 1’15” de pausa. No sé si esa opción sumó o restó psicológicamente pero lo cierto es que me preparé para algo duro. Como estiré el descanso salí a trotar casi sin sombra, ya los últimos atletas se estaban terminando los entrenamientos matutinos y dejaban todo el ovalo para mí sólo.
Si bien la sensación no fue optima en la entrada en calor, pero quería que saliera el entrenamiento hoy así me daba tiempo a hacer unas pasadas más rápidas el miércoles antes de irme. Mentalmente lo organicé en un bloque de tres, otro de cuatro y un último de tres. Suponía que las primeras tres saldrían relativamente fácil, en las cuatro del medio era donde aparecerían las dudas y habría que ser mas fuerte mentalmente y al llegar a las tres últimas tendría el envión del final y el entrenamiento estaría casi listo. En la práctica no fue tan así, la segunda se sintió un poco y ya la tercera costó bastante, pero la pausa alcanzaba justo para volver a largar tan cansado como en la anterior y así se fue repitiendo pasadas tras pasada. Hidratandome en casi todas las pausas, sentía que si bien iba casi al límite, no llegaba a tocarlo y siempre quedaba una pequeña reserva. El juego mental funcionó y una a una fueron quedando atrás hasta llegar a las tres últimas en donde casi involuntariamente salieron un par de segundos más rápidas que lo buscado. Casi dudé de volver a la calma, el sol se había adueñado por completo de la pista y se hacía sentir a pleno. Pero la alegría de haber concluido bien el entrenamiento más duro hasta ahora en Cachi me impulsó a terminar suavemente la mañana.
Los hermosos caminos que atraviesan la plaza de Cachi
Al llegar a casa sólo pensaba en descansar; comer y dormir era lo único que tenía en mente. Al despertar de la profunda siesta Ezequiel me propuso pasar el trote suave de la tarde para el miércoles que tenía un solo turno, por lo que aproveché la tarde para descansar, no solo el cuerpo sino también la cabeza. A paso lento y sin apuro me fui para Del Sol, nuestro restaurant de cabecera en frente de la plaza principal. El ritmo tranquilo de Cachi me relajó y me reconfortó, siento que vino muy bien la tarde libre y espero mañana volver a las dos sesiones.

Tres días de entrenamiento por delante, cinco sesiones que incluirán unas pasadas rápidas y un fondo largo, se empiezan a contar los kilómetros restantes. Y se disfrutan dobles.

domingo, 12 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas X

Rectas de 100m sobre el tartán
Se empieza a ver el final del viaje, este y cuatro días más y volveremos a mí querido Lobos con las piernas llenas de kilómetros, la mente llena de aprendizaje, el alma llena de alegrías y el corazón queriendo volver a pisar algún otro día tierra cacheña. Por lo que cada entrenamiento, si bien no todos son originales es su estructura, comienza a ser únicos por la finitud de la estadía.
Hoy la mañana me encontró tratando de mejorar mi pobre técnica de carrera, trabajos a lo largo de 50 metros y luego diez rectas de 100 metros movidas para trasladar los trabajos técnicos a la carrera y aumentar la resistencia a la velocidad. De postre 35 minutos de trote suave, muy suave. Parecía que no todo el cuerpo había salido de la cama, me dio la sensación de que las piernas aún estaban dando vueltas entre las sabanas.
El ovalo de Cachi desierto en domingo
Pero el día continuó y sin bien a la tarde tampoco el titulo de la sesión era atrapante tenía dentro un condimento muy especial para mí. Eran 50 minutos regenerando y evitando grandes pendientes, pero casi sobre el final se cumplirían 160 kilómetros desde el lunes hasta hoy domingo, como la gran mayoría de los atletas soy amante de los números redondos y este para mí era muy redondo. Recién me di cuenta el viernes al ver el panel del Gamin que venía sumando tanto, realmente acá pesan un poco menos y por eso no lo había notado. Mi semana de mayor volumen hasta ahora había sido de 137 kilómetros, por lo que hubo un gran salto. No pude evitar visualizar una línea imaginaria hoy al saber que atravesaba la barrera de los 160 y para festejarlos me regalé una vuelta a la plaza céntrica cuando finalizaba los 50 minutos.

Borges imaginó humanos que tendían a la inactividad al ser castigados con la inmortalidad, postulaba que sabiendo que tenemos todo el tiempo por delante inevitablemente todo sucederá no hace falta perseguir nada; la contracara es nuestra mortalidad, saber que no hay tiempo para todo nos hace buscar, disfrutar, alcanzar, amar. En la vida cada día cuenta, y acá en Cachi que se adivina el final, aún más.

sábado, 11 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas IX

Otra mañana radiante nos dio el buen día en Cachi, cielos limpios decorados con nubes son casi tan permanentes acá como las montañas. Poco a poco el día empezaba a moverse y salí sólo y tranquilo hacía la pista de atletismo para trotar 50 minutos que regenerasen mi cuerpo. La montaña aún se sentía dura en las piernas y si bien de a poco se soltaron, no pasaron de un ritmo cacheño. Era el peaje que había que pagar para estar un poco mejor a la tarde.
Tuvimos un almuerzo de despedida con Pablo, él se fue para Córdoba hoy, fue uno de las grandes alegrías de este viaje conocerlo y compartir tiempo juntos, ojalá haya mucho más en el futuro. De postre hubo siesta; profunda y suave. De ella me desperté como si fuese un nuevo día y nuevamente de a poco empezó a tomar inercia la tarde. De nuevo sólo pero esta vez con distinto destino, salí a recorrer un circuito muy parecido a “Cachi adentro” pero un poco más corto, fue algo más de 16 kilómetros. Comenzando por el mismo camino, con subidas casi constantes, pero un poco antes de llegar a la cima se toma un atajo que le restan 4 kilómetros a la vuelta. La subida fue bien marcada con viento en contra, el descenso al ser mas zigzagueante no puso siempre el viento de cola e incluso en algún momento volvió a estar de frente. Pero la sensación fue buena, mucho mejor que a la mañana, y terminó dando un promedio de 4’07”/km para un esfuerzo de fondo movido. Me limpió un poco el polvo que había dejado la montaña el día anterior.
Luego una hora de elongación como entrada antes de la cena exquisita de Martín Aragno, el chef de la casa. Un día típico de entrenamiento, sin grandes hitos, pero disfrutando de las cosas sencillas, el viento en la cara, el sol en los hombros, el camino en los pies. Días en que la felicidad que nos recibamos está en gran medida en con que ojos los miremos. El mundo gira siempre, muchas veces ser feliz es solo una opción.
Poco antes de salir a correr por la tarde llegó al tranquilo pueblo de Cachi una visita poco común. La lluvia se largó al ritmo del pueblo; tranquila, sin apuro, mojando por igual al rico y al mendigo, fue haciéndose dueña de la tarde. Quizás me guiñó el ojo y se fue a dormir la siesta justo cuando yo corría, pero después volvió para meterse poco a poco en la noche y poner, sobre el fin del sábado cacheño, un manto de paz y frescura. La plaza se mojaba solitaria, los bares miraban desde adentro, nadie corría esquivando las gotas pero tampoco se quedaban quietos, tranquilamente las gentes atravesaban el centro en todos los sentidos, buscando el fin del día. Las luces se reflejaban en las piedras mojadas como mostrando la alegría de despedir por un tiempo el calor. Todo se sumió en una tranquila frescura y nuestros sueños fueron a buscar el abrigo de las casas, esperando mañana volver a nacer con el sol.

viernes, 10 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas VIII

Pablo Ureta en su habitad
Hacía ya un par de días que estaba esperando esta salida, íbamos a hacer circuito de montaña con Pablo Ureta. Pablo ganó 3 veces El Cruce de los Andes, además de innumerables carreras de montaña en el país y en el exterior. Ya habíamos corrido varias veces juntos en estos días pero siempre sobre calles de ripio o en la pista, y veníamos bastante parejos en los ritmos, pero la idea hoy era otra, hacer senderos bien trabados y ascensos y descensos por circuitos técnicos. Sabía que él era muy bueno haciendo eso y tenía una gran incertidumbre sobre qué en que se basaba esa ventaja sobre corredores que en llano iban más fuerte que él.
No pusimos horario de salida por la mañana ya que era la única sesión del día y no había tanto apuro, lo que ocasionó que terminásemos saliendo un poco tarde, cuando el sol ya nos miraba desde muy arriba. Mientras nos preparábamos le dije que él elegiría el camino pero solo le pedía que fuera posible correr, que por su dificultad no terminásemos caminando. Me respondió; yo voy a correr seguro. Le devolví un; si vos corrés yo también. Ya tenía una idea aproximada de que hacer en esos 90 minutos que iríamos juntos, solo era cuestión de seguirlo conservadoramente durante los primeros 45 minutos y ver luego si podía yo imponer un poco el ritmo. Y con esa idea en mente prendí mi cronometro una y media.
El circuito de hoy, primero montaña y luego agua
Unas pocas calles de adoquín, luego otras de ripio, seguidas por un sendero que se perdió en el filo de una montaña y a los 14 minutos me di cuenta que no hacía falta los otros 76 minutos. Ya había descubierto por qué es tan dominante en la montaña. Se lanzó por la ladera virgen de la montaña, intenté seguirlo con precaución, para cuando hice el 30% del recorrido él ya estaba en la base sacando fotos y con cara de lástima al verme bajar como un paralitico entre espinas y piedras. Y eso recién empezaba. Al ver que afuera del sendero iba a ser imposible que llegásemos a ningún lado, se apiado de mí y buscó caminos más fáciles, traté de soltarme e ir un poco más ágil  y hasta por momentos lo logré en cierta medida. Pero antes de llegar a los 40 minutos sentí que la montaña se empinaba cada vez más y que cada paso era como una sentadilla mientras trataba seguir corriendo detrás de Pablo, hasta que pasó; él corría y yo caminaba por los mismos lugares. Entendí que se podía correr por ahí, solo que yo no podía hacerlo. Y eso recién empezaba. Traté de seguirlo caminando, trotando, arrastrándome o como sea ya que él iba de paseo y quería retrasarlo lo menos posible. Pero antes de llegar a la hora pisé sobre el mismo arbusto que había pasado él pero por lo visto mi pie no se movió de la misma forma y toda la montaña empezó a girar. En realidad ella se quedaba quieta y el que giraba fui yo. Por suerte no fue mucha distancia pero lo suficiente para golpearme por todos lados y llenarme de espinas de cactus las piernas, me asustó la caída, pensé que me había roto algo y durante un instante no sabía dónde iba a terminar. Quedé un poco shockeado y a pesar de que Pablo hizo todo lo posible por calmarme pasaron varios minutos hasta que me anime a volver a correr. En ese momento terminé de entender que no era mi lugar y no tenía mucho para hacer ahí, buscó la mejor forma de salir lo más fácil posible y recién recuperé el habla fluida cuando pisamos un camino firme, mis piernas se soltaron y con ellas volvió mi humor.
A partir de ahí cruzamos el corazón de Cachi rumbo al río homónimo, ahí todo fue mucho mejor, me sentí más o menos cómodo entre los cantos rodados y el agua y la corriente turbulenta sirvió para desentumecer un poco las piernas. Al finalizar la hora y media me zambullí en las marrones aguas que fueron una caricia para mis músculos y aproveché para sacar algunas espinas que aún querían permanecer en mis piernas. Pablo siguió media hora más zigzagueando por el río Cachi y lo esperé a sumergido bajo el puente para volver luego juntos a la casa. 
Así me dejó Ureta...
Había aprendido mucho en ese caluroso mediodía cacheño, tuve la suerte de ir con un gran maestro y si bien mi técnica de montaña no había mejorado mucho si entendí que es prácticamente otro deporte y que nada tenía que ver con correr sobre un ovalo naranja. Fue un placer el contacto piel con piel con la naturaleza, sentirme dentro de la montaña y no solo observándola desde lejos, disfruté viendo a Pablo surfear los ríos secos que cortan las laderas pero también aprendí que fuera de los senderos o caminos solo puedo moverme lentamente. Es cuestión de escuchar a los caminos, te dirán lo que vieron, no fui el primero en caer ni seré el último; sólo hay que aprender, levantarse y seguir caminando.

jueves, 9 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas VII

Desde anoche empezaron los festejos, un jolgorio descontrolado que se inicio a las doce en punto con el comienzo del treinta y cinco aniversario de Pablo Ureta; no nos privamos de nada en el restaurant Del Sol; agua con gas, lemon pie con velita y hasta sprite para brindar. Exhaustos de tanto desenfreno antes de la una volvimos a la casa. Temo que esta vida nos aleje de los objetivos deportivos.Pero a la mañana pude recomponerme y salir a entrenar relativamente temprano. Fui muy despacio hasta la pista de aviones de la cual estamos a un poco más de un kilómetro pero de una abrupta subida, así que recién prendí el cronómetro al llegar al falso llano de la pista. Y descubrí que era bastante más falso de lo que yo pensaba ya que me mantuve 70 minutos corriendo parejo a 152 pulsaciones pero mientras que subía a 4’07”/km bajaba a 3’37”/km, más allá de eso terminé muy contento con un promedio de 3’52”/km y una medalla de sangre en pecho que demuestra que la banda cardiaca del Garmin no fue diseñada para mi piel. No importó mucho, la remera se lava.


La siesta no faltó a la cita pero esta vez fue acompañada por el fin de un hermoso y atrapante laberinto, recorrí las páginas finales de la novela en la cual el novel colombiano Gabriel García Márquez nos obsequia el viaje final del general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios quien “Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado a pulso firme hasta la semana anterior” de partir hacia su encuentro con la muerte. “El general en su laberinto” me atrapó desde las primeras páginas, me buscó y me encontró tanto en las siestas cacheñas como en las noches cálidas de este poblado salteño. Recomiendo a quien admire las gestas de los mortales que hicieron sudamérica estás páginas, en las cuales no encontraran relatos de guerra ni narraciones de congresos fundadores sino el viaje en el cual El Libertador se encuentra con su triste fatalidad, ser mortal.
Por la tarde en un regenerativo en la pista de atletismo me encontré con muy buenas sensaciones, casi como si estuviera trotando en mi querido Lobos. Hice la última mitad acompañado por María Peralta, seguramente muchos la conozcan, fue nuestra representante tanto en la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres como en la del mundial de atletismo en Moscú, y por Lucas, su compañero de entrenamiento. Una amistosa y fluida charla me hizo literalmente olvidarme del reloj al punto de hacer poco más de diez minutos de lo pensado, sin duda hay días que es muy fácil entrenar.
Por la noche el descontrol no duerme y un asado me espera en el patio de la casa, los festejos por el aniversario de Ureta siguen a pleno fuego y no quiero ni imaginar donde pueden terminar.
Ya una semana en tierra salteña, justo en mitad el viaje todo marcha demasiado bien como para pensar que pueda terminar de otra forma. No dudo que la alegría me seguirá acompañando hasta el final del laberinto.

 

miércoles, 8 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas VI

El corazón de Cachi recibiendo la noche
Dormí en un hotel de mil estrellas, o por lo menos de muchas. La pieza me venía sofocando así que el colchón que desde el piso me cobija se traslado de las piedras del dormitorio al pasto del jardín, el clima era perfecto y la compañía también, Jesi se acurrucó a mi lado y casi dormimos toda la noche juntos, si no fuese porque un sapo se animó surgir tras las margaritas; no se pudo resistir y se fue a mostrarle quien es al dueña de la casa. Recordando las noches de campamento el sueño fue placido y continuo, lamentablemente el sol se despierta antes que yo y me invitó cortésmente a levantarme o transpirarme.
Después de un dulce desayuno nos fuimos con Pablo a marearnos en el ovalo naranja, diez veces un kilómetro teníamos que recorrer en un tiempo de 3’40”, ni un segundo mas ni un segundo menos, mientras que el descanso cada dos vueltas y medias lo decidía el corazón, no por romántico sino por frecuencia, cuando llegaba a 120 por minuto salimos a girar nuevamente. El sol ya estaba alto y se sentaba sobre nuestros hombros, pero una brisa suave se apiadaba de nosotros y nos refrescaba. Luego de las 25 vueltas las sensaciones fueron excelentes, podía seguir dando unas cuantas mas y las pausas promediaban los 55”, mucha mejor sensación que en las pasadas del tercer día. Parece que el cuerpo va entendiendo que hay que arreglárselas con el oxígeno que hay y no buscar mucho más. Sin duda girar con Pablo también ayudó a la cabeza a ir distraída y olvidarse un poco de cansarse.
Jesi elongando conmigo después de la segunda sesión
Poco después del mediodía fui a conocer la pileta en la que entrenan mis compañeros. Está pegada a la pista de atletismo, dentro del camping municipal, tiene 25 metros y una cubierta transparente retraible que encontramos abierta al llegar pero cerraron al caer una fugaz y tenue lluvia. Para entrar por primera vez se necesita aprobar la revisación médica, pero era entendible que a la hora de la siesta la enfermera no estuviese, por lo que acordamos hacerla al salir del agua y hacerme responsable de cuantos contagios provocase. Luego de refrescarme un poco y que Pablo nadara unos 3.000m cumplí con lo prometido; además de ver si había algún tipo de flora entre los dedos de mis pies buscaron entre los cabellos de mi nuca lo cual me generó varios interrogantes. ¿Siguen existiendo los piojos? Y no me refiero a la antigua banda de Ciro. ¿Habrán corrido ya la misma suerte de los dinosaurios? ¿O alguna entidad caritativa vela por mantener la especie viva? En fin, con esta y varias dudas mas volví caminando meditabundo a la casa.
Una de las siestas más profundas de las que tengo recuerdo fue el postre del tardío almuerzo y luego partimos a la pista de avión, nuevamente con Pablo, para regenerar durante 50 minutos. Nos sorprendió por primera vez la alta presencia policial en esa cinta de asfalto perdida en la montaña, como también me había sorprendido su existencia teniendo en cuenta que no la usan los vuelos comerciales. Sea como sea está allí y es uno de los pocos lugares donde podemos correr casi en plano, así que bienvenida sea aunque, como tantas veces, nunca sepamos el por qué ni el para qué.
Enero avanza y Cachi ya se transformo en una ciudad turística hecha y derecha, caras nuevas vienen y se van embebidas de paz, montañas y cordialidad. Otras caras nuevas también aparecen que su estadía no se supone tan efímera, cada vez mas atletas aparecen por los circuitos, sobre el tartán o escalando con las rodillas altas alguna cuesta. Ya nos vamos sintiendo un poco cacheños, la asombrosa capacidad de adaptación de los humanos no es una excepción en nosotros y a veces nos olvidamos que no nacimos acá y solo es un momento más una suma de instantes que llamamos vida.


martes, 7 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas V

La casa ya estaba despierta, las bicis se preparaban, las caramañolas se cargaban, ya mis tres compañeros estaban por salir, empiezo a dar vueltas en la cama. Miro el reloj, ocho menos algo, ¿Para qué tan temprano? ¿Por qué no? A esta hora en Kenia ya vuelven de entrenar. Temprano o tarde es relativo. Como casi todo.
Así que salgo para la pista, un poco de trote, trabajos técnicos, algo más de trote. El interés de la mañana no estuvo en el entrenamiento sino en la compañía; empecé sumándome a unos pequeños cacheños de 14 y 16 años, no son muy dados a la charla pero cuando hablan lo hacen menos agitado que yo. Como todos acá son tímidos, pero de una timidez respetuosa y atenta, a pesar de que hay que ponerle ganas para que la charla avance nunca te hacen sentir incomodo. Al final del trabajo se sumó Favio “Cachi” Gonzales, como les conté ayer no solo es masajista sino también un marchador de nivel continental, de hecho me acompañó varios kilómetros a la par mía, con la diferencia que yo corría y él caminaba! Prueben caminar cien metros en unos 30 segundos y seguir a ese ritmo por un rato largo y verán no es tan sencillo como parece.
A mitad de camino en "El Mansito"
Como correspondía hoy si dormí la siesta junto con el pueblo, y a la tarde nos fuimos con Pablo hacía el camino del “Mansito”, eran 50 minutos suaves por lo que fue una buena sorpresa al ver que sin darme cuenta habíamos corrido un poco por debajo de 4’50”/km, para ser un regenerativo acá no está mal. Ya empezamos a cruzar mas atletas que llegan a entrenar; papa Noel ya dejó sus regalos, el año empezó con deseos de todo tipo y hasta los reyes ya están volviendo en sus camellos hacía sus arenas mágicas; por lo que ahora hay que empezar a entrenar y ya varios se suman día a día, dándole un aire más atlético al pueblo.
No hubo grandes novedades, no vi lugares nuevos, fueron pequeños entrenamientos, casi rutinarios, sin grandes desafíos. Pero los grandes éxitos se forman así, de pequeños éxitos cotidianos. Paso a paso los mayores logros son inevitables, ya que estos no suceden al subirse a un podio o al bajar una marca, sino al mirar atrás y ver que se ha disfrutado el camino. Hoy el día se resume en correr y sentirse feliz de hacerlo.


lunes, 6 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas IV

Subimos por el camino del norte y bajamos por el del sur, poco mas de 20km rodeando el valle
La felicidad a veces y el amor casi siempre, tienen razones que la razón no entiende. ¿Quién puede explicar por qué se enamora? ¿O cómo se entiende la alegría de recorrer una distancia redonda por debajo de un tiempo redondo? Pueden ser sentimientos tan plenos que se sienten físicamente. Hoy sentí por todo mi cuerpo una alegría desbordante, lo sentí en la piel, desparramándose como una cascada por mi interior. Me son esquivos los motivos, hasta podría decirse que técnicamente casi fue un entrenamiento más; no fue la mayor distancia que he recorrido, ni el fondo más rápido que he hecho, tampoco llevé mi cuerpo a límites desconocidos ni escale alturas nevadas, fui rodeado de un gran paisaje pero no lo contemplé tanto como merecía, me acompañó un gran amigo pero no tuvimos charlas trascendentales. Simple y llanamente al ver que llegaba a su fin, que el pueblo de Cachi se acercaba rápidamente, zigzagueando por sus calles y sospechando próxima nuestra morada; me embargó una alegría que no podía contener, brotaba de mi cuerpo en palabras, gestos, la felicidad se corporalizaba. No se rompieron records personales como tanto me gusta, ni se logró un sueño, ni gané ningún trofeo; con menos de eso fui muy feliz. Sentí con total claridad por qué hago esto; las marcas, los puestos, las metas son excusas para encontrarme con la felicidad de correr. Patente, solidad, física, contante y sonante, allí estaba, corriendo a torrentes dentro mío mientras subía por la vereda de un pueblito pintoresco y polvoriento. Necesitaba agua, quería una fruta, buscaba sombra, pero principalmente deseaba que esos instantes durasen, sino para siempre, lo más posible, sin amargarme por su fugacidad dejaban que las emociones corran sin freno para no detener su ímpetu. La sed ya pasó, el calor se apagó pero el recuerdo, no ya del entrenamiento, sino de las emociones, sé que no se desvanecerán.
En la fría pantalla de la computadora marca 20,4 kilómetros por el circuito conocido como “Cachi adentro”, con un ascenso de 300m que nos llevó a casi a los 2.500 msnm, todo sobre calles de ripio contorneando el valle que se vuelca al río. Llegamos al punto más alto en 45 minutos a un ritmo de 4'32"/km y descendimos en 42 minutos promediando 4'01"/km para hacer la 1h27' a 4’16"/km. Las curvas y los ascensos y los descensos se sucedían unos tras otros sin interrupción, por lo que costaba despegar mucho tiempo la vista del camino, varios vados con agua de deshielo cortaban la sequedad del camino y el paisaje salteño se floreaba en cada rincón, desde los hornos de barro hasta las montañas eternas.
Si bien sentí fuerte el ritmo que Eze Morales impuso de entrada, poco a poco logré acomodarme y el ritmo se podía mantener en el tiempo. Nunca miré el reloj, sabía que se salía desde un punto y luego de toda una vuelta se llegaba al mismo punto, un circuito circular como las ruinas de Borges, por lo que no tenía mucho que ver en mi muñeca, se terminaría cuando la serpiente se comiese la cola, mientras tanto sólo había que correr. Largamos pasadas las 8 de la mañana por lo que el sol no caía tan inclemente sobre nosotros y parece que cada día el cuerpo se siente un poco mejor con el 75% del oxígeno al que lo tenía acostumbrado al nivel del mar.
Luego el descanso llegó como un bálsamo; plaza, almuerzo, siesta. Por la tarde mis piernas se ganaron un masaje bajo las fuertes manos de Favio Gonzales, era difícil predecir que ese cuerpo cacheño de menos de 60 kilos pudiese ejercer tanta presión sobre mis agradecidos músculos. No solo es un gran masajista sino una persona muy agradable y de yapa uno de los mejores marchadores del país.
Plaza central de Cachi
Sentado en la vereda de un típico bar cacheño, la calle principal me separa de la plaza céntrica, el día se va despidiendo, algunas nubes ayudan al sol a apagarse antes. Degusto un pan de banana, la gente se vuelca a recibir la noche y las sombras y la magia se adueñan del centro de Cachi. El día se muere, el tiempo sigue, otros vendrán, pero lo vivido hoy ya no morirá.

domingo, 5 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas III

4 x 2 km entre el tartán y el cielo
Una vez leí que la principal diferencia entre los profesionales y los amateurs es que los primeros se toman muy en serio el descanso; hoy intenté profesionalizarme y dormí hasta las 10. Por lo que mis primeras pasadas en Cachi salieron casi al mediodía, bajo un hermoso sol salteño, con las montañas como silenciosas testigos.
Fueron cuatro repeticiones de dos mil metros y la pausa entre cada una duraba hasta que llegara a 120 pulsaciones por minuto. Muy buena sensación, no fue un ritmo vertiginoso pero se sintió bien, las pausas fueron de unos 45 segundos y fue placentero para ser mis primeras pasadas en la altura. Sin duda el óvalo es mi lugar, a pesar que acá hay senderos mágicos para recorrer, girar mano a mano con el reloj tienen para mí un encanto único.
Habiéndome levantado a esa hora no me dio la cara para encontrarme con la siesta, aunque un poco me buscó, utilicé esas horas en que Cachi cierra sus ventanas y el silencio se adueña de las calles para elongar y quedar listo para la sesión de la tarde. 
Persiguiendo a mi principal contrincante
Volvimos a la pista de aviones para hacer un regenerativo de 45 minutos pero antes no desperdiciamos el imponente entorno y sacamos varias fotos haciendo lo que más nos gusta, correr. No trotamos en la pista en sí, sino que la rodeamos por caminos y senderos junto con Pablo y Ezequiel, yo parecería una lechuza girando la cabeza para todos lados pero a medida que el sol se acercaba a su encuentro con las montañas el paisaje se transformaba entre las nubes y los rayos de luz y cada minuto la naturaleza nos mostraba una nueva cara.
Dicen que París es la ciudad del amor pero Cachi me muestra muy romántico; me la paso suspirando. No importa si voy lanzado en una bajada, girando en la pista, remontando una cuesta, trotando suave, caminando, tomando un vaso de agua o recostado leyendo, siempre falta un poco el aire. Es raro, no diría que molesta mucho, pero parece que, por ahora, la altura nunca me deja olvidar que acá la que manda es ella. Por otro lado se compensa con creces la falta de oxigeno con la sobra de felicidad.

sábado, 4 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas II

Trabajos técnicos sobre el tartán de Cachi
Una… otra… luego otra, ya son tres. Se posan, caminan un poco, vuelan y se vuelven a posar; en mi pie, en mi brazo, en mi cara. Me tapo, me da calor, doy vueltas, me destapo, se vuelven a posar. Listo, las moscas me sacaron de la cama. Hay que admitirlo, acá las que mandan son ellas.
El lado positivo es que ya estoy arriba y mis compañeros me esperan con un copioso desayuno, luego del cual los tres mosqueteros se marchan hacía la pileta y yo me quedo a solas con mi hora de elongación. Como las posiciones suelen ser de varios minutos sostenidos aprovecho para disfrutar de otra de mis grandes pasiones, la literatura. Hoy terminé “Las intermitencias de la muerte”, del novel portugués José Saramago, disfruté su final como hacía tiempo no me pasaba con una novela, para quienes se deleitaron con “El evangelio según Jesucristo”, no dejen de saborear estás páginas, no los defraudaran.
Luego partí hacía la pista, me esperaban 15 minutos de trotes, trabajos técnicos y luego algunas rectas, para terminar con 30 minutos más alrededor del ovalo. La sensación no fue tan buena como ayer, me sentí con la misma falta de aire pero más pesado, igualmente dejé que el cuerpo se acomodara al ritmo que más cómodo se sintiese sin forzar nada. Luego unos ejercicios de equilibrio cerraron la sesión.
Con Ezequiel Morales, mi entrenador, en la pista de avión
La siesta no faltó cita y luego de relajar en la plaza central salimos corriendo los cuatro hacía la pista de aviones que está a unos dos kilómetros de nuestra casa, con la idea de hacer una hora de trote un poco más movido. El ascenso fue pronunciado hasta llegar pero nuestra fatiga se vio recompensada con un paisaje imponente. Al estar emplaza en un lugar descampado, alejado de montañas, otorgaba el espacio suficiente para disfrutar del marco montañoso en todo su esplendor, allí realmente sentí la fuerza de la naturaleza luciéndose soberbia e imponente. La pista tiene un notorio desnivel que fue parcialmente compensado con el viento a favor en la subida y viceversa. El ritmo promedio de 4’24” por kilómetro se sintió en este contexto pero estuvo bueno empezar a mover un poco.

Hoy reconfirmé mi decisión de haber venido al sentirme envuelto por las montañas en la pista de aviones, recién llevo 48hs en Cachi y parece que hace semanas que estoy, muchas emociones se vienen sumando y la felicidad es palpable a la vuelta de cada esquina, queda mucho por andar y me siento lanzado hacía el camino.

viernes, 3 de enero de 2014

Crónicas Cacheñas I

Vista desde la puerta del nuevo hogar
¿Qué pasa con nuestro cuerpo cuando es entrenado con el 75% del oxígeno normal? Bosques de páginas se han escrito al respecto, yo me vine al Centro de Alto Rendimiento en la Altura de Cachi, Salta a averiguar qué pasaba con mi cuerpo.
Serán catorce días en los que iré descubriendo en sesiones dobles de entrenamiento no solo como responde mi fisiología a los 2.371m sobre el nivel del mar sino también a la posibilidad de estar dedicado 100% a correr, comer, dormir y vivir para el atletismo.

Los cuatro habitantes, de izq. a der. yo, Eze Morales,
Martín Aragno y Pablo Ureta
No estoy solo en este experimento, me acompañan mi entrenador, Ezequiel Morales y un par de triatletas amigos, Pablo Ureta y Martín Aragno. Estamos en una típica casa cacheña a pocas cuadras de la pista de atletismo, a algunos metros de la plaza céntrica y con las montañas contemplándonos al cruzar la puerta.
Hoy y mañana serán días de adaptación muy suave en los trotes; a la mañana, luego de una hora de elongación, cerré la puerta y salí corriendo sólo hacía la pista de tartán para reconocer el ovalo en el que tendré varías charlas con el reloj en estos días. Fueron 45 minutos muy tranquilos en los que iba escuchando cada nueva sensación; al principio el aire parecía poco, pero con el correr de los pasos las piernas se fueron soltando y me sentí cómodo. Al regresar al nuevo hogar algunos pocos ejercicios de equilibrio hicieron de entrada para el almuerzo.
Luego de una suave siesta salimos, ahora si los cuatro, por un circuito de ida y vuelta conocido acá como “El Mansito” quizás por lo leve de sus pendientes dentro del contexto montañoso donde estamos emplazados. Fueron 50 minutos de un trote suelto, disfrutando enormemente del contacto con el paisaje y charlando amenamente. Terminé de confirmar que la decisión de venir acá fue muy buena, presiento que hermosos momentos están por llegar y los disfruto por anticipado, al final de todo, de eso está hecha la vida, de momentos.
No soy el único del grupo que se propuso escribir un post por día de nuestra estadía en Cachi, Pablo Ureta; nueve veces clasificado para competir en el mundial de Iroman de Hawaii y múltiple ganador de El Cruce de los Andes también se fijó la misma meta, los invito firmemente a visitar su blog en el cual encontraran una interesantísima comparación con Boulder, Colorado, el centro de entrenamiento por excelencia en el mundo del triatlón:
www.pabloureta.com