La siesta no faltó a la cita pero esta vez fue acompañada por el fin de un hermoso y atrapante laberinto, recorrí las páginas finales de la novela en la cual el novel colombiano Gabriel García Márquez nos obsequia el viaje final del general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios quien “Había arrebatado al dominio español un imperio cinco veces más vasto que las Europas, había dirigido veinte años de guerras para mantenerlo libre y unido, y lo había gobernado a pulso firme hasta la semana anterior” de partir hacia su encuentro con la muerte. “El general en su laberinto” me atrapó desde las primeras páginas, me buscó y me encontró tanto en las siestas cacheñas como en las noches cálidas de este poblado salteño. Recomiendo a quien admire las gestas de los mortales que hicieron sudamérica estás páginas, en las cuales no encontraran relatos de guerra ni narraciones de congresos fundadores sino el viaje en el cual El Libertador se encuentra con su triste fatalidad, ser mortal.
Por la tarde en un regenerativo en la pista de atletismo me encontré con muy buenas sensaciones, casi como si estuviera trotando en mi querido Lobos. Hice la última mitad acompañado por María Peralta, seguramente muchos la conozcan, fue nuestra representante tanto en la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres como en la del mundial de atletismo en Moscú, y por Lucas, su compañero de entrenamiento. Una amistosa y fluida charla me hizo literalmente olvidarme del reloj al punto de hacer poco más de diez minutos de lo pensado, sin duda hay días que es muy fácil entrenar.
Por la noche el descontrol no duerme y un asado me espera en el patio de la casa, los festejos por el aniversario de Ureta siguen a pleno fuego y no quiero ni imaginar donde pueden terminar.
Ya una semana en tierra salteña, justo en mitad el viaje todo marcha demasiado bien como para pensar que pueda terminar de otra forma. No dudo que la alegría me seguirá acompañando hasta el final del laberinto.
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