domingo, 31 de agosto de 2014

Cuando la carrera va por dentro

Estaba a punto de recibir la premiación y fuimos interrumpidos por una ola de aplausos que no eran para nosotros, hacía una hora y veintiocho minutos que se había largado la carrera, un poco más de ocho kilómetros recorridos por casi mil personas, pero en ese momento llegaba alguien tan ganador como nosotros. Una señora, la última en cruzar la línea arribaba luego de casi hora y media de esfuerzo, de correr tras su propio triunfo. Seriamos unas doscientas personas que la rodeábamos y aplaudimos sus últimos cincuenta metros, los cuales trazó a vivo paso. Al pasar por debajo del arco la sonrisa no le entraba en la cara, tuve la certeza que ella era más feliz que yo que había ganado la carrera tardando tres veces menos tiempo. Su carrera iba por dentro, no tuvo podio, pero ganó mucho más. 
La mía también fue por dentro, aunque en una forma distinta. Llegué con muchas ganas de correr, de ver como se reflejaba en el reloj los últimos entrenamientos y el descenso de peso que me estaban dando tan buenas sensaciones. Busqué correr fuerte y parejo desde el primer kilómetro, sin sumarme a la euforia de la largada ya antes de los primeros mil metros pude tomar la punta y no dejarla más hasta el final, controlando el parcial en cada kilómetro buscaba una ritmo del cual estuve muy cerca, no salió exacto pero me empujó a buscar siempre. También hizo que fuese poco a poco abriendo distancia del resto de los atletas, dando la imagen al público, al resto de los competidores que alentaban en los retomes, que la victoria era fácil, que iba sin esfuerzo alejándome. Pero la carrera iba por dentro, luchaba contra mi mente para dar más, para motivarme aún sabiéndome primero sin peligros, contra esa vocecita que dice “¿Para qué buscar el dolor? Si ya ganamos, si la marca no queda registrada, si no es un circuito muy rápido, si no hace falta.” Los 8k de Makro se iban desplegando a lo largo de todo el paseo de la costa en Vicente Lopez y yo iba corriendo montado en esos pensamientos.
Como tantas veces se corre con la mente y contra ella, con esa dualidad que todos llevamos dentro, con el ying y el yang complementándose. Y entre esos dos polos que se rechazan y se atraen, buscar la grieta por donde entre el placer, disfrutar lo que se está haciendo, ser consciente de que se está consiguiendo una victoria, no solo hacía afuera, sino principalmente hacia adentro, que vamos corriendo más que hacia la faja que hay que cortar, hacía las alegrías que queremos vivir.

Cualquiera puede ganar una carrera, eso hace tiempo que lo sé, pero hoy lo vi bien claro, las dualidad me pegó en la cara, con menos de media hora o con menos de una hora y media, hoy ambos, los dos, ganamos la misma carrera, la carrera que todos corremos por dentro.

lunes, 18 de agosto de 2014

Copa Metropolitana de Cross Country o lo que escribí con mis piernas

Tengo una relación extraña con las carreras de cross country, no las entreno ni las preparo específicamente, no descargo mucho antes de largarlas, no me importa tanto el resultado, pero me gusta mucho correrlas. Las siento como un entrenamiento de altísima calidad.
La temporada de cross de la FAM llegaba a su fin y se despedía con la Copa Metropolitana de Cross Country de Clubes. No había estado en ninguna de las fechas anteriores, pero no desaproveché la última y me anoté en lo que se denomina el cross largo, de ocho kilómetros, siendo el corto de cuatro. En un mediodía perfecto para correr, con un sol primaveral, una temperatura ideal para disfrutar del ejercicio y una leve brisa que despegaba el sudor, conocí la Sociedad Alemana de Gimnasia de Villa Ballester, nos ofreció un hermoso predio aprovechado plenamente para trazar un circuito de cross repleto de desafíos: muchas curvas pero  sabiamente pocas en “U”, un par de fosas de barro espeso hasta el tobillo, otro par de fosas de arena, varios desniveles que invitaban a lanzarse y un constante oscilar cambiando de direcciones que permitía correr suelto. Todo esto mantenía alerta la mente y desafiaba la coordinación a medida que el cansancio se derramaba por las piernas.
Según la modalidad de la copa todos los participantes sumarían puntos para sus clubes, obviamente dando una mayor valoración a los primeros puestos, lo que hizo que todas las instituciones vinculadas a Federación de Atletismo Metropolitano se presentaran luciendo cantidad y calidad de atletas en búsqueda de un lugar entre los mejores clubes. Lo cual, acompañado por el día que invitaba a correr, hizo que nuestra carrera tuviese en la línea de salida a ciento un dálmatas atletas listos para salir disparados al silbatazo.
Este no se hizo esperar y se partió hacia las cinco vueltas como en todo cross; queriendo ganar en el primer giro. 
A poco de largar
Esta vez busqué no contagiarme del entusiasmo inicial generalizado y preferí mirar desde atrás al principio, aunque eso me llevo a quedar encerrado en algunos tramos, poco a poco el envión anímico empezó a chocarse con la realidad y pude ir escalando posiciones. Si bien a mitad de la primera vuelta iría afuera de los diez primeros, ya terminando el primer giro (que tendría unos 1.200 metros) pude ubicarme en cuarta posición. La punta iba cabeza a cabeza entre Luis Ortiz y Antonio Poblete, y entre ellos y yo marcha en solitario Marcos Billén.
Ya en séptima ubicación
Si algo aprendí entrenado con mi inseparable compañero Fernando Belossi es a mirar la nuca siempre y correr hasta alcanzar, así que eso hice. Aunque me parecía un poco irrespetuoso de mi parte, por la trayectoria atlética de quien me precedía, puse los ojos en Billén y fui buscando achicar el espacio paso a paso. En la segunda vuelta la diferencia no disminuyó mucho, pero ya en la tercera lo veía más posible, hasta que pasada la mitad lo pude conectar. Ni bien llegué me alentó a que buscara más adelante, pero fui sincero cuando le dije que quería disfrutar el momento de correr un poco a la par de él. Ya llegando al final de la vuelta sentí que había que indagar cuanta energía me quedaba y, nuevamente alentado por Marcos, mis ojos se fueron tras Antonio Poblete.
En búsqueda del segundo
La batalla con Ortiz ya estaba decidida pero la lucha lo había llevado bien adelante, la brecha era muy grande y yo había gastado bastante para lograr la tercera ubicación. Pero nuevamente la mirada sostenida ayudó a erosionar distancias y en el transcurso de la cuarta vuelta, incluso hasta bien entrado el quinto y último giro el segundo puesto se hacía cada vez más cercano. Faltando 500 metros la diferencia seria de poco más de veinte metros, es tan poco y es tanto a esas alturas; seguí mirando, seguí buscando pero sin duda no quedaba mucho más en mis piernas y las de Poblete se mostraron más enteras sobre el final, incluso para distanciarse un poco antes de la llegada cruzando la línea ocho segundos antes que yo.
Disfrutando la llegada
 Eran las nueve de la mañana y estaba en mi casa, en Lobos, armando el bolso. Había leído la lista de inscriptos la noche anterior y sabía el buen nivel que reunía, los tres lugares del podio parecían pocos para que yo entre, pero las carreras hay que correrlas y el final se escribe con las piernas. Por lo que metí la remera del EZK Team antes de cerrar el bolso, quería tenerla a mano si subía a alguno de esos escalones. Esa felicidad de conseguir lo que se anhela pero se sabe difícil me acompañó toda la recta final, mientras disfrutaba corriendo con el sol arriba y el pasto abajo, con los brazos extendidos y la sonrisa abierta, cruce la línea del cal dejando atrás el lugar donde mis piernas escribieron ese sueño de un radiante mediodía invernal.


                                                            

jueves, 7 de agosto de 2014

Crónicas cariocas XIV

Final del día sobre la Bahía de Guanabara
Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina. Últimas horas en Brasil y que mejor forma de despedirlo que corriendo uno de sus mejores circuitos; el trayecto costero hasta el fuerte. Saliendo del departamento bajo en búsqueda de la playa San Francisco y allí voy recorriendo todas las costas; primero arena y olas, luego barcos pesqueros y embarcaderos, más tarde morros que caen a pique sobre el mar y un estrecho camino de autos que corta la pared vertical, garitas militares y por fin llegamos a la punta de la Bahía, la fortaleza de Santa Cruz.
El Pan de Azúcar a mis espaldas
Allí se nos regala quizás una de las vistas más bellas del Pan de Azúcar, a poco más de un kilómetro y medio de mar vemos el morro vertical enfrentando las olas. Luego de contemplar el paisaje se desanda lo andado para volver al departamento y partir hacia el aeropuerto. Imposible no tener presente en el trote de vuelta que por un tiempo van a ser las últimas zancadas de calor, sol, viento de mar; las sensaciones se potencian en la despedida.
Compitiendo en los 6km Family Run
Fueron casi 250 kilómetros en suelo brasilero; competí, giré en la pista, hice largos fondos, muchas cuestas, todo en 19 sesiones. Pero sin duda lo que me llevo no se mide; compartí con amigos, disfruté de paisajes impactantes, descubrí nuevos caminos, transpiré felicidad. 
Julio 2014
Julio 2013
Fui alojado en un hogar de familia y me hicieron sentir uno más, dentro de un ambiente donde el entrenamiento es la principal prioridad, donde no se duerme la siesta sino que se descansa para volver a entrenarse nuevamente, donde no se come sino que se alimenta para que nuestro cuerpo funcione plenamente, pero sobre todo donde recibí mucho cariño, desde el peludo de cuatro patas, pasando por mi ahijado de un año y cinco meses hasta Sole y Eze. Los cuatro lograron lo más difícil, que me sienta como en casa, la forma más profunda de vivir la experiencia plenamente.
También afuera fui cosechando cada vez más amigos, correr acerca en cualquier lado, acá no fue la excepción, la barrera de un idioma tan similar se salta fácilmente cuando las pasiones son compartidas. Decir “entrené 20 kilómetros” resume una hoja entera de explicaciones que no hace falta aclarar, ni en castellano ni en portugués.
Apenas terminado de entrenar...
Por delante empieza a tomar forma el calendario del segundo semestre; este 17 estaré volviendo después de un año a correr un cross de la FAM, será la Copa Metropolitana de Clubes de Cross Country, 8 kilómetros que me harán volver a la sensación de correr sin reloj. Luego el último día del mes también serán 8 kilómetros pero por las calles de Vicente López en los 8km de Makro, para ya luego abocarme de lleno a la pista si el calendario de torneos lo permite. Las fechas principales serán como ya vengo programando los últimos semestres: los dos 10.000 de la temporada, que esta vez caerán; la Copa Nacional de Clubes el 17 de Octubre y posiblemente el siguiente a mita de noviembre, para ahí ya ir cerrando mi temporada de otoño.

Dos semanas bajo el sol carioca, dos semanas de sensaciones a flor de piel, dos semanas que jamás hubiese disfrutado de esta manera si no fuese corriendo. Corriendo sin saber bien hacía donde, sin entender bien porque, pero descubriendo en cada paso la alegría de sentirme vivo.

martes, 5 de agosto de 2014

Crónicas cariocas XIII

Y llegó el día de las despedidas, última noche en Brasil, el viaje completa su ciclo. El día no quiso despedirme con una linda mañana, muchísimo viento sopló toda la noche y aún siguió soplando temprano, la lluvia también se hizo presente y el calor no aparecía. Por lo que la mejor opción fue tener paciencia y esperar hasta cerca del mediodía para hacer el primer turno con un clima un poco más simpático. La espera valió la pena y el día mejoró, para hacer 45 minutos tranquilos, casi normales ya; recorriendo placenteramente la costa.
Por la tardenoche salimos a mover un poco más, acompañado por Ezequiel entré en calor por la estrada Froes para quedarme ahí haciendo yo solo unas series de cuestas, es menos empinada que lo que se puede encontrar acá por lo que se sube más fluido. Acompañado por la fresca noche marina fui soltándome poco a poco sin llegar el exigirme al máximo, la semana recién empieza y aún queda bastante por hacer.
Recorrido hasta el fuerte
Mañana regreso a Argentina al mediodía, queda como despedida por la mañana hacer un fondo de poco menos de hora y media de ida y vuelta hasta el fuerte, un camino ya conocido pero que no por ello deja de gustarme. Será el 17° y último entrenamiento en Brasil.
Fueron dos semanas encantadoras, donde disfruté de cada día, rodeado de hermosas personas, sintiendo en la piel el placer de correr.

Por la noche me agasajaron con una cena de despedida con el menú que más me gusta acá; jugos raros y ricos sandwichs con ese pollo desmenuzado que rellenan con queso. Relajado, sin apuro, disfrutando, como el viaje, así fue la salida, así me gusta vivir.

lunes, 4 de agosto de 2014

Crónicas cariocas XII

Y empezamos la última semana, en realidad va a ser media semana acá solamente, el miércoles es el último entrenamiento en tierra brasilera y regreso al hogar. La proximidad de la partida le da más valor a cada entrenamiento. La historia está llegando a su fin y quiero aprovechar hasta la última página.
A la mañana como siempre la semana empezó bien tranquila, 45 minutos para disfrutar de la costa y empezar a despertar el cuerpo. Este se despertó de buen humor porque fue uno los regenerativos más rápidos que he hecho, sin forzar, dejando que fluya, fui saboreando el sol y el aire de mar.
Luego de una reparadora siesta, salimos con mi entrenador a hacer un poco de trabajos técnicos y trote en la arena dura, ya había anochecido y los carteles marcaban 25 grados que eran  acompañados de una suave brisa. Ir marcando las pisadas en la arena con las olas como música de fondo y Río de Janeiro dominando el paisaje al otro lado de la bahía era una buena forma de despedir el día.
Río de Janeiro a finales del siglo XIX
Hablando de Río quería aprovechar una de las últimas crónicas para mencionarla; fundada a mediados del siglo XIV, su geografía es ideal como puerto por su amplia bahía, fue creciendo poco a poco hasta que a mitad del siglo XVIII fue elegida por Portugal como capital administrativa de sus territorios en América, lo cual potenció su crecimiento, pero fue Napoleone di Buonaparte, más conocido como Napoleón Bonaparte el que le dio el empujón definitivo al invadir Portugal, y obligó a la familia real portuguesa liderada por María I y Pedro III a cruzar el atlántico. Ellos transformaron a Río en la capital del reino siendo la única ciudad del mundo convertida en imperio europeo fuera de Europa. Catorce años después el príncipe Pedro I proclamó la independencia de Brasil y decidió mantener a Río de Janeiro como capital de su nuevo imperio. Y luego la historia siguió su curso, pero quedará quizás para otro post.
Sin duda una ciudad única y vibrante para descubrir, y hacerlo al trote no es una mala idea. Para el que guste hoy abrió la inscripción para la Maratona do Río del 2015, aún sin fecha confirmada pero seguramente en Julio. El destino es el que da las cartas pero intentaremos jugarlas para estar nuevamente acá recorriendo tierras cariocas.
Vista desde el Pan de Azucar


                                                                                                                    

domingo, 3 de agosto de 2014

Crónicas cariocas XI

Y llegó el primer y único día de descanso de entrenamiento en este viaje. Pero los Morales no quisieron que lo desperdicie así que me llevaron a conocer la mejor playa de Niterói; Itacoatiara.
Así lo disfruté:
A mitad de subida a la cima de la Piedra del Elefante

Ya en la cumbre de la Piedra del Elefante detrás de mí Itacoatiara, más atrás Camboinhas y al final de todo Río

Del otro lado del morro se ve Itaguacu esa playa no pertenece a Niterói sino a Maricá

Con mi tocayo compruebo que me falta bronceado y no soy tan osado con la sunga
El ancho mundo

En un árbol cualquiera, habría unos diez de esos monitos

¿Se nota la pendiente?
Hasta de lo que más se disfruta es sabio descansar, hoy descansé de correr, y de escribir. Mañana volvemos a los placeres cotidianos.

sábado, 2 de agosto de 2014

Crónicas cariocas X

Concentrado en el reloj.
Hasta hoy no había hecho ningún entrenamiento en este viaje que no podría haber realizado en Lobos, más allá de las subidas que allá no hay o del hecho que acá tengo más tiempo libre, en la práctica el reloj no mostraba nada sorprendente. Pero hoy fue distinto, hoy sentí el plus del viaje, de estar en un lugar distinto, de un entorno motivante, de correr descubriendo nuevos lugares a cada paso, y a su vez descubriéndome.
Como ya he relatado madrugar acá es mucho más sencillo, aunque hoy quizás se me fue la mano, a las 5:15 salí de la cama. El plan original era salir corriendo con Ezequiel hasta el lugar de entrenamiento del team llegando a las 6:30, pero un par de retrasos hicieron que él suspendiera su entrenamiento y yo quede solo para correr. Tenía por delante 90 minutos, si bien había casi 20 alumnos más para salir no tenía con quien hacer compañía, la semana había sido dura y no me quedaba mucha batería, sumado a que ya eran casi las siete y medía y empezaba a sentir el madrugón; no se pronosticaba un gran entreno más allá de cumplir con lo planificado.
No me gusta hablar de ritmos de entrenamiento en los relatos, soy consciente de que corro un poco más rápido que el promedio de los atletas y siento que estar contando siempre velocidades a las que no todos pueden correr puede quedar ostentoso o parecer que se dice solo para recibir un elogio. Aclarado esto creo que hoy si vale la pena hablar de ritmos como para ir acompañándolos con las sensaciones.
A pesar de que nada garantizaba un entreno brillante intenté por lo menos salir ágil de entrada, como para no achancharme desde el inicio y pasarme los 90 minutos sin despegar. Programé el reloj para que me avise el tiempo de cada kilómetro; eso suele motivarme para buscar un poco más, y largué en solitario por un hermoso boulevar en la costa de Piratininga. El viento se sentía suave en la espalda y el sol calentaba lo justo.
Primer kilómetro: 4’18”, no era un desastre, pero me sentía medio duro y con no mucha vista de mejorar. Segundo kilómetro: 4’14”, a pesar de que me sentía pesado algo se había mejorado. Tercero en 4’08”, de a poco aparecían ganas de soltarme. Cuarto en 4’05” y ya el cuerpo quería correr. Había terminado el boulevar y tomé una pequeña calle costera a un lago, a penas pasaba un auto, tenía varios pozos y el barrio era muy pobre, pero me gustó correr por ahí, me sentía rápido. Del kilómetro cinco al diez el promedio fue de 4’01”/km, ya había vuelto al punto de largada y me lanzaba a otra vuelta igual con ganas de ver qué pasaba cuando sumara más distancia, quizás en algún momento el cuerpo se cansara. Pero del diez al quince salió a 3’55”/km y ya estaba totalmente enfocado, las calles de tierra en algún momento me recordaban a Cachi incluso los parciales que veía me hacía acordar a mi regreso de la altura por lo cómodo que iba a esos ritmos. Del quince al veinte el promedio se fue a 3’46”/km, iba muy bien, con sensación de fondo, de aeróbico, buscando soltura, dejando que fluya. Los últimos tres kilómetros fueron en 3’38”, 3’41 y 3’38”. Nunca busqué apurar o forzar un promedio, las ganas se fueron sumando, la sensación de que podía fondear tan bien como en el verano, como aún no lo había hecho este invierno, estaba presente y me llevaba. Simplemente fluyó, un paso llevó al otro y sentí que la energía del viaje se concentraba en ese momento.
Fueron dos vueltas enteras y una más sólo sobre la costa

Al mirar el reloj me sorprendió un pulso promedio de 147 pulsaciones  por minuto para esa hora y media, pero en realidad fue acorde a la sensación, nunca busqué más de lo que el cuerpo solo pedía. Obviamente la alegría fue grande al terminar, no porque se acabara, sino por como lo había vivido; disfrutando y sorprendiéndome. No eran las nueve de la mañana pero yo ya tenía mi cuota de felicidad diaria rebalsada.
Sin embargo siempre se puede un poco más, así que luego de una muy buena regeneración nutritiva y elongación nos fuimos con un par que iban a nadar a la costa de Camboinha. No nadé pero disfruté de la playa más lindas que he visto acá, me llené de paisaje, espero que una imagen valga más que mil palabras…

El día siguió con una fiesta de mi ahijado en el jardín pero mi energía había quedado en la playa. Hoy fue distinto, sentí otra cosa, se que por más números que analice no lo voy a terminar de reflejar, corrió por dentro, fue una energía distinta, el día sigue aunque no se bien con qué rumbo, pero yo ya soy irremediablemente feliz.

viernes, 1 de agosto de 2014

Crónicas cariocas IX

Hoy en Icaraí
Podría decir que hoy vi Río como nunca lo había visto antes, literalmente. Y ocurrió como tantas veces pasa, sin ninguna planificación, casi de casualidad.
El día había empezado muy bien, temprano había metido un buen entrenamiento de series en subida, con bastante más inclinación de lo que puedo encontrar en el llano lobense, fue una muy buena forma de empezar la jornada, activado desde temprano. A la tarde habíamos planificado salir a correr con Edson, un amigo de Niterói, alumno también de Ezequiel. Pensaba ir temprano a la playa pero el almuerzo fue más tarde de lo común, lo cual retrasó la siesta, suspendiendo la visita a la playa, y ya a las cuatro fui directamente al encuentro de Edson. La idea era sacar un par de fotos y hacer un trote tranquilo, no mucho más que eso.
Salimos desde su departamento cerca de la playa, bordeando toda la costa de Icaraí fuimos charlando y evaluando donde podrían salir un par de fotos. Él tenía en mente hacerme ver lo que acá se conoce como El Parque de la Ciudad, un mirador detrás de la playa de San Francisco, yo no quería hacer nada muy movido y había escuchado que era una subida bastante empinada:
-¿Qué tal es la subida esa Edson?
-Serán 150 o 200 metros…
-A no es tanto…
-De desnivel vertical
-Ah… (la verdad no tenía mucha idea de cuánto es eso, en la pampa argentina de un punto a cualquier otro en general es cero).
Al poco tiempo lo descubrí, empezamos a subir, y subir, y subir, y cuando parecía acabarse, sorpresa… otra subida. Luego de casi quince minutos para hacer dos kilómetros corriendo; si, corriendo; por fin llegamos… 
Imposible contener una exclamación, todo Niterói a nuestros pies y detrás de la Bahía de Guanabara Río de Janeiro contemplaba plácidamente los últimos minutos del sol en el cielo. 
Con Edson
La postal era imponente; el mar, los morros, la ciudad, los barcos surcando la bahía, el sol naranja y cálido despidiéndose lentamente del día. Seriamos unas 30 personas contemplando la naturaleza impactándonos con toda su belleza. Esos momentos en los que los ojos quedan chicos para disfrutar tanto. El miércoles contaba cuantas más cosas se viven corriendo que solo correr, hoy viví otra más.

Luego de contemplar los últimos rayos despedirse del público retornamos con los ojos llenos la empinada bajada, sin prisa, disfrutando de lo que habíamos vivido. La noche se adueñaba de la ciudad, la gente volvía a sus casas a descansar, el día terminaba y yo me sentía otra vez feliz de vivir corriendo.