Estaba a punto de recibir la premiación y fuimos
interrumpidos por una ola de aplausos que no eran para nosotros, hacía una hora
y veintiocho minutos que se había largado la carrera, un poco más de ocho
kilómetros recorridos por casi mil personas, pero en ese momento llegaba alguien
tan ganador como nosotros. Una señora, la última en cruzar la línea arribaba
luego de casi hora y media de esfuerzo, de correr tras su propio triunfo.
Seriamos unas doscientas personas que la rodeábamos y aplaudimos sus últimos
cincuenta metros, los cuales trazó a vivo paso. Al pasar por debajo del arco la
sonrisa no le entraba en la cara, tuve la certeza que ella era más feliz que yo
que había ganado la carrera tardando tres veces menos tiempo. Su carrera iba
por dentro, no tuvo podio, pero ganó mucho más.
La mía también fue por dentro, aunque en una forma distinta.
Llegué con muchas ganas de correr, de ver como se reflejaba en el reloj los
últimos entrenamientos y el descenso de peso que me estaban dando tan buenas
sensaciones. Busqué correr fuerte y parejo desde el primer kilómetro, sin
sumarme a la euforia de la largada ya antes de los primeros mil metros pude
tomar la punta y no dejarla más hasta el final, controlando el parcial en cada
kilómetro buscaba una ritmo del cual estuve muy cerca, no salió exacto pero me
empujó a buscar siempre. También hizo que fuese poco a poco abriendo distancia
del resto de los atletas, dando la imagen al público, al resto de los
competidores que alentaban en los retomes, que la victoria era fácil, que iba
sin esfuerzo alejándome. Pero la carrera iba por dentro, luchaba contra mi
mente para dar más, para motivarme aún sabiéndome primero sin peligros, contra
esa vocecita que dice “¿Para qué buscar el dolor? Si ya ganamos, si la marca no
queda registrada, si no es un circuito muy rápido, si no hace falta.” Los 8k de
Makro se iban desplegando a lo largo de todo el paseo de la costa en Vicente
Lopez y yo iba corriendo montado en esos pensamientos.
Como tantas veces se corre con la mente y contra ella, con
esa dualidad que todos llevamos dentro, con el ying y el yang complementándose.
Y entre esos dos polos que se rechazan y se atraen, buscar la grieta por donde
entre el placer, disfrutar lo que se está haciendo, ser consciente de que se
está consiguiendo una victoria, no solo hacía afuera, sino principalmente hacia
adentro, que vamos corriendo más que hacia la faja que hay que cortar, hacía
las alegrías que queremos vivir.
Cualquiera puede ganar una carrera, eso hace tiempo que lo
sé, pero hoy lo vi bien claro, las dualidad me pegó en la cara, con menos de
media hora o con menos de una hora y media, hoy ambos, los dos, ganamos la
misma carrera, la carrera que todos corremos por dentro.