sábado, 29 de noviembre de 2014

Un año mágico

Disney desplegaba su magia sobre el asfalto de Puerto Madero y yo daba las últimas zancadas de un año mágico. La misma incertidumbre que hay en cualquier línea de largada me acompañaba en mis primeros pasos por Cachi, donde fui a buscar que podía hacer la falta de oxigeno en mi cuerpo.

De la misma forma que el pelotón me impuso su ritmo, las montañas cacheñas me marcaron el cuerpo. Un inicio duro pero que me fue formando para lo que vendría, el organismo tenía que acostumbrarse sobre la marcha y aún había mucho por recorrer.
Ya llegando al primer kilómetro, empezó a aparecer la velocidad, las piernas se quería poner ligeras. Eran finales de febrero y yo debutaba en los 3.000 metros sintiendo pasar rápido el tartán bajo mis clavos.
Pero, a poco de empezar, las sensaciones no eran las esperadas, no respondía tan bien como quería. Lo mismo pasaba sobre las calles de General Rodríguez para los 8k Maratón Rotary a principios de marzo, sentía que se podía ir mejor pero no lo lograba.
Buscaba encontrar sensaciones positivas por cualquier lado, hubo buenos momentos, incluso disfrutando el transcurso de la carrera en un pelotón con grandes amigos como Javier Carriqueo y Félix Sánchez. Este último fu el mismo que me ganó por centésimas en 5.000 metros a finales de marzo en el CeNARD.
Pero lo importante estaba aún por llegar, el momento en que se empieza a ver realmente como está cada uno en el pelotón de punta. Era como al arribar a Rosario, ya por finales de abril, a mi primer Campeonato Nacional de 10.000 metros, a medirme con los mejores del país.
Y cuando por la mitad de los 7k el pelotón me probó, quedó claro que no era mi mejor momento, poco a poco vi como se alejaban Javier Carriqueo, Félix Sánchez, Lucas Negro y Eusebio Moyano, mis ansias de podio se evaporaban en el calor del asfalto porteño. Así, también Moyano se me alejaba, a principio de mayo, en unos nuevos 5.000 metros, donde muy lejos de lo esperado, giraba por el ovalo del CeNARD en una tormenta interior.

 A pesar de la distancia, pude acomodar el ritmo y notar que ya no me abrían, que aún había alguna esperanza. El Campeonato Metropolitano, a mitad de año, también me devolvió las ilusiones, principalmente al coronarme bicampeón de 10.000 metros pero también al arañar el podio perdiendo el tercer puesto sobre la recta final en los 5.000 metros.

Pero el cansancio del año pudo más que cualquier voluntad y de a poco volvió a alejarse la punta, quedando a la deriva, había llegado el momento de tocar fondo, de mirar la cara de la derrota. La misma que vi en una lluviosa mañana carioca al quedar, también, afuera del podio de los 6k de la Maratona do Río. Ambos, fueron momentos bisagra.

En la carrera de Disney porque empecé a valorar otras cosas, a disfrutar correr más allá del resultado, a sentir que a pesar del cansancio podía seguir marchando a buen ritmo. En el año porque, a partir de allí, reenfoqué las prioridades principalmente, mejoré mucho mi peso, llegando abajar ocho kilos desde Río a la carrera más importante del semestre. Sin duda, de allí en adelante todo sería mejor.
Recorrer los últimos kilómetros a la par de los corredores de 3k, recibir el aliento de la gente, vivenciar los últimos minutos en competencia de un gran 2014 fueron oleadas de alegría que iban recuperando mi cuerpo. Ya a mitad de agosto, participar en el Campeonato Metropolitano de Cross y subir a un podio de grandes atletas, también, me mostró que se podía encauzar por el camino correcto. Lo que, al poco tiempo, se confirmó ganando los 8k de Makro en Vicente Lopez; ahora sí, podía enfrentar el final de mejor forma.


Últimas calles y cada paso en carrera lo vivo más plenamente, ya solo corriendo por placer. Así llega la temporada de pista de primavera, fue una seguidilla de 3.000 en 8’44”, 5.000 en 15’09”, para terminar en la Copa Nacional de Clubes con 10.000 metros en 31’34” que viví y disfruté por completo, coronando la experiencia con podios en las tres carreras y la sensación de que todo era perfecto, pero que también se podía buscar mucho más.
Se ve el arco rodeado de una multitud de gente, distingo a mi hermano y a mi prima entre la muchedumbre, ya no importa nada, todo salió bien más allá del resultado, de la misma forma que, aunque los 8k de Philips y los 10.000 del CeNARD, en noviembre, no salieron exactos como los deseaba, todo cerraba un gran ciclo. Sin exagerar, fue un año mágico.
Año 2011, versión calabaza
La misma magia que revive a una bella durmiente o convierte una calabaza en carroza, transformó, en tan solo cuatro años, a un paciente de 85 kilos, que obligado por su nutricionista empieza a correr dos veces por semana, en un atleta que disfruta todas las horas del día del correr. 
Año 2014, versión carroza
Todas las horas porque no es sólo el entrenamiento (sin duda de lo mejor del día), sino también el escribir sobre correr, ya sea para el blog, para la columna en La Palabra, o para RunFitners; descubrir nuevas personas casi a diario con quienes compartir esta pasión; los viajes a nuevos lugares para competir o entrenar; el sentirse mimado en cada carrera de calle; el sentirse como en casa en la pista del CeNARD; sorprenderse en noches de insomnio cuando me duermo más fácil si imagino vueltas en esa pista; saberme plenamente el protagonista de mi historia. Esencialmente corro porque me gusta, pero ahora también para que la magia no se acabe, para que la calabaza siga siendo carroza.


domingo, 16 de noviembre de 2014

Corriendo la coneja

La invitación estaba hecha desde hace tres años “¿Cuándo te tiro una carrera Titán?”. Desde que corrí la Reebok del 2011 en 37 minutos Luis Molina se ofreció a ayudarme haciéndome de liebre. Pero siempre temí a la carrera después. ¿Qué pasaría en la siguiente cuando no tuviese ese plus?
Mayo del 2011
Cuando empecé a entrenar hace casi cuatro años, incluso al principio cuando no quería competir, el objetivo siempre fue el mismo: correr cada vez más rápido. Al inicio fue en los entrenamientos, luego en las carreras, pero sólo entendía que si entrenaba bien cada vez sería mejor. Con el tiempo comprendí que lamentablemente no es tan lineal la ecuación, pero me quedó la maña de querer bajar la marca en cada largada. Durante un par de años fue así, por eso no quería cortar la racha, temía que una ayuda externa me hiciera imposible sostener mi nivel en soledad a la siguiente prueba.
 10.000 m Copa Nacional de Clubes 2014
Pero cuando superé mis expectativas en la Copa Nacional de Clubes el interrogante se despertó nuevamente. Ya estaba cumplido el objetivo del año, había tenido una seguidilla soñada de 8’44” en los 3.000, 15’09” enlos 5.000 y  31’34” en los 10.000 metros. Con apenas 17 semanas el semestre ya estaba hecho, sólo quedaba por delante tiempo libre y un 10.000 descolgado a mitad de noviembre. Me considero esencialmente un corredor de 10.000, fui a todos los que pude desde mi debut, al final en 3 años serían 10 veces, no podía faltar a este, pero ¿Cómo mejorar una carrera casi perfecta con un mes más de cansancio, un mes más de calor y posiblemente sin rivales? Parecía la Crónica de una muerte anunciada.
Toda mi experiencia de salto en alto
Por lo que el interrogante volvió a tomar forma ¿No sería el momento de usar el plus? Mi entrenador me puso un claro ejemplo atlético; mi situación era como la de un saltador en alto que ya ganó el torneo con 1,90 metros, pero tiene como mejor marca 2,10. ¿Qué hace? ¿Pone la vara en 2,00? No, pone la vara en 2,12 y se la juega a bajar su marca. Decidido con esa imagen en la cabeza salimos a quemar las naves.
Ya con el “ok” de Luis y de su entrenador Cesar Roces todas las fichas estaban sobre el tablero, sólo quedaba moverlas. Y para completar el equipo el gran José Felix Sanchez sería de la partida. Ahora la típica pregunta ¿Qué vas a salir a buscar? En el 10.000 anterior pasé la mitad en 15’55”,  si ahora queríamos más había que ir a buscarlo y pasar en 15’50”, después de eso cualquier cosa podría pasar. Incluso los últimos días empezó a picarme fuerte la curiosidad. ¿Cómo sería correr con libre? ¿Qué tanto me cambiaría? Esperaba ansioso despejar las dudas.
Llegaba el mejor momento, donde solo queda correr, y el clima se reía un poco; 32° gritaba el termómetro, el sol calentaba y nosotros no estábamos en la playa. Pero el destino nos vino a guiñar el ojo, invirtieron el orden de las series, primero largaría la más lenta y para completar el guiño serían tres distintas. Conclusión, largamos justo dos horas más tarde, a las 19:15 cuando ya ningún rayo de sol reflejaba sobre el tartán del CeNARD.
0,1" antes de largar
Disparo y a correr. Sin sorpresas, como con un libreto actoral todos nos acomodamos, Molina liderando el bote, yo con la vista clava en sus orejas y Sánchez tocándome cada tanto las zapatillas. Luis timoneaba la nave a la perfección, controlando el rumbo cada 200 metros, cómodo en un ritmo que le es cotidiano. Yo sentía que en las primeras vueltas la sensación de comodidad no aparecía. Pero no me desesperé y dejé que los giros pasaran para ver cómo me acomodaba, después de todo no había mucho por hacer, solo seguir a ese chico.
Diez vueltas, cuatro kilómetros y no se acomodaba nada, seguía con un esfuerzo que no era lógico tan temprano, pero no quería dejar de arriesgar, la decisión ya estaba tomada antes de salir, era 15’50”, buscar o morir en el intento, no había negociaciones de última hora. Contando los metros llegué al ecuador de la carrera y fue el único momento donde miré el reloj, quería ver con mis propios ojos ese número redondo. Luego de tomar la curva apareció la hidratación, me refresqué, y el cuerpo pidió pausa. Sánchez me pasó como poste en la recta disparado tras de Luis, la carrera siguió adelante y yo me quedé viéndola desde atrás.
Necesité un par de vueltas para que la máquina se enfríe, fue como un directo al mentón en el séptimo round que me tiró a las cuerdas. Aún faltaba casi media pelea y a pesar de que los matemáticos opinen lo contrario; la segunda mitad siempre es la más larga.
Poco a poco me fui recuperando y levantando la mirada, no estaban tan lejos, aún quedaba algo de fuego dentro, no se había apagado todo. Vuelta a vuelta erosioné la distancia hasta que Luis me da una mano cortándolo a Félix. A la deriva se hizo más vulnerable y rápidamente lo conecté. Se había puesto a un ritmo “ahorro de energía” que me quedaba por demás cómodo, estuve tentado pasarlo antes de dar una vuelta juntos pero preferí reabastecerme y salir con más fuerza. Luego de vuelta y media a la par me lanzo en busca de Luis pero con toda la intención de despedirme del ganador del perfume. Pero una vez que muerde es difícil que largue y le lo llevé prendido de mi espalda hasta que finalmente conecté a Molina.
Piedra libre a Félix detrás mío...
Casi 20 vueltas para que al final la historia estuviera como al principio: Molina, Brahim, Sánchez. Y la tribuna bien dividida; la barra brava de Sanchez se había hecho fuerte en la largada de los 100 metros y mi público me alentaba en la primer curva. Nadie gritaba por Molina, el duelo era de dos, se descontaba que el atleta Nike estaba en otro juego. La noche empezaba despertarse y la película buscaba su fin. No dudaba de que esperar a último momento al Super Sánchez podría letal, ya había padecido su sprint en otras oportunidades y no quería ver como estaba para un cabeza a cabeza. Molina empieza a tensar la cuerda y el aire se pone eléctrico. Todo es cuestión de un instante, la definición es tan inminente como incierta.
Pero los empates solo existen en el campo, en la pista uno va detrás del otro y de a poco empiezo a ver una luz en la oscura tarde del CeNARD, y voy dejando atrás a Félix. Cuatro, tres vueltas, falta tan poco y parece tanto, pienso cada una como la última, no puedo entender como correré la próxima. Luis me grita unos números; si corro en tanto va a dar tanto. No entiendo nada, es imposible sacar una cuenta, ya no hay sangre en el cerebro, no sé que tiempo va a dar, solo sé que voy a dar lo último que queda de mi.
La campana suena y de a poco se me van las orejas de Molina, corro todo lo que puedo correr, es lo único que sé hacer cuando lo otro se acaba. La recta final me recibe con una mezcla de dolor y felicidad, todo se termina, el año soñado en la pista recorre sus últimos metros.
La alegría hecha foto
¿Qué más puedo pedir? A pesar del derrumbe, a pesar de que aposté todo y no salió, el reloj se paró en 31 minutos otra vez. Un poco más largos, casi sobre el final, pero 31’55,18” siguen siendo treinta y un minutos y defendí el dorsal que llevé en el pecho. La noche cubre el ovalo; alegría, sudor, amigos y abrazos, todo mezclado, todo se potencia y me eleva hasta caminar unos centímetros sobre el suelo.
Envuelto en felicidad me despido de la pista por este año, me dio muchas alegrías, más de las que hubiese pensado, cada vez estoy más enamorado de ella, cada tanto me reta pero siempre nos reconciliamos y el amor crece vuelta a vuelta. Faltan varios meses hasta que me vuelva a medir, pero ya la empiezo a extrañar. Por delante un verano me espera para prepararme para el próximo encuentro, quiero darle tanto como ella me da. Nos volveremos a ver princesa…
Podio de amigos

domingo, 9 de noviembre de 2014

La delgada línea de la felicidad

A veces tiene forma de tiempo, a veces tiene forma de sensación, a veces es indescriptible… hoy sin duda tuvo forma de escalón.
Ya en el ocaso del ciclo de entrenamiento, planificamos junto con mi entrenador, Ezequiel Morales, una seguidilla de competencias para sacarle las últimas gotas a la naranja deportiva de este año. Y la primera de esa serie empezaba hoy, en la bella costanera de Vicente Lopez, flanqueados por el río más ancho del mundo y dorados por el sol más lindo de la primavera. Los 8k de Philips se presentaban con la siempre prolija organización de SportFacilitis y todo estaba dado para salir a sentir el placer de correr.
A poco de llegar me encontré con Nico Melgarejo, un viejo amigo de las pistas y del atletismo federado, esta vez nos mediríamos en el mundo del asfalto. Ya tirando las últimas rectas se sumó Eusebio Moyano, un habitué de las carreras de calle esta temporada. Los comentarios traían la noticia de que también había “un brasilero” que tenía ganas de correr. Y así fue; somos pocos y nos conocemos muchos, la carrera no iba a estar lejos de ese cuarteto.
Contengo la respiración, diez, miro el horizonte, nueve, intento que las pulsaciones se mantengan altas a pesar de estar quieto, ocho, relajo las piernas, siete, deseo suerte, seis, me enfoco, cinco, expiro profundo, cuatro, inhalo profundo, tres, llevo la mano al reloj, dos, tenso las piernas, uno, agacho el cuerpo, cero, es acaban las palabras y se empieza a correr.
Los primeros metros somos muchos, pero de a poco lo veo a Eusebio a mi derecha y a Nico a mi izquierda, se van acomodando las fichas y de repente aparece Marcelo Avelar para ponerle zamba a la mañana. El extranjero se puso el traje de retador y salió a marcar el ritmo, con Eusebio montado en su sombra, escoltados por Nico y por mí. El reloj me marcó el primer kilómetro y tuve la mala idea de mirar, 3’04” que pesaron más en la cabeza que en las piernas, esas decisiones que se toman en fracción de segundo y dejo que Marcelo y Eusebio se vayan a sacar chispas solos mientras me quedo con Nico buscado aire. La brecha se abre de a poco, incluso a veces la diferencia se mantiene, pero a medidas que pasan los kilómetros va quedando claro que una pareja pelearían por ganarla y la otra por subir al podio.
A pesar de la ventosa mañana ninguno de los dos quería ponerse a reparo, codo con codo íbamos saltando los lomos de burros de la costanera junto con Nico. Nadie quería perder la iniciativa. Pero ya al llegar a la mitad de la carrera más que no perder la iniciativa, yo buscaba no perder el puesto. Me sentía prematuramente cansado y no notaba el mismo desgaste a mi lado, sin duda la cabeza se iba convirtiendo en mi peor enemiga. Cada pocos pasos había una excusa para dejarlo ir, poner piloto automático y conformarme con ser el más rápido en no subir al podio. Los kilómetros se pasaban rápidos pero no por eso dolían menos, y yo solo pedía seguir un poco más, aunque sin esperanzas de llegar al arco así. A veces era alguien del público, a veces algún corredor, a veces solo el cartel de algún kilómetro lo que me alentaba a seguir un poco más, a dar una chance más a que algo pase. Y cuando cruzamos el séptimo parcial intenté hacer que eso pase, busqué tímidamente, abrí una pequeña luz, incluso Nico me alentó a ir por más, pero creo que ni él pensó que lo que tenía yo era tan poco y a escasos pasos ya estaba otra vez a la par mía.
No me hubiese imaginado que para esa altura de la carrera aún no supiésemos el final de la historia, pasamos por el costado del arco de llegada, ya solo falta ir a buscar el retome final y a penas si pude acomodarme para entrar primero al último codo. Giré lento intentando quedar bien parado para dar lo último y sin duda en el momento más indicado tuve la mejor sensación de toda la carrera, me olvidé de lo lento que me había sentido, de lo pesado de las piernas, de la falta de aire y solo existió para mí el arco y la cinta. Las rodillas bien arriba, dejar el todo por el todo en esos últimos doscientos metros, recién ahí creer que se puede, después de casi cuatro kilómetros siéndome afuera de la fiesta ver que la puerta aún estaba abierta, que queda lugar para uno más. Sentir que me alejo de todo, que alcanzo lo que quiero, cruzar el mismo arco que hace menos de dos meses y medio atravesaba ganador, hoy luchando por subir al último escalón, por cruzar la delgada línea de la felicidad y sentir que di todo para estar en ese podio.

Adelante habían tenido su propio duelo Eusebio y Marcelo y la alegría esta vez era brasilera. Realmente fue un cuarteto con muy buena onda y creo que todos disfrutamos el encontrarnos en la llegada. Con Marcelo y su familia terminamos volviendo a Capital juntos ya que se hospedaban cerca de mi departamento. La calidez brasilera llenó el auto y fue placentero hacer de breve guía turística a lo largo de toda la  avenida Libertador.
A veces puede ser un deporte injusto, a veces unos segundos, a veces un puesto dibujan o borran la sonrisa. Hoy toco sonreír a pesar de todos los vientos cruzados, y volver a casa con el bolso lleno de amigos, vivencias y alegrías. La semana que viene cargaré nuevamente el bolso a ver con que puedo llenarlo en el último giro del año a mi gran pasión, los 10.000 metros en pista. Sin duda los amigos estarán también allí en el CeNARD, sin duda algo nuevo va a pasar, lo descubriré corriendo.