1° de Diciembre de 1997 |
viernes, 26 de diciembre de 2014
Redescubriendo un nuevo mundo
sábado, 29 de noviembre de 2014
Un año mágico
Disney desplegaba su magia sobre el asfalto de Puerto Madero
y yo daba las últimas zancadas de un año mágico. La misma incertidumbre que hay
en cualquier línea de largada me acompañaba en mis primeros pasos por Cachi, donde fui a buscar que podía hacer la falta de oxigeno en mi cuerpo.
De la misma forma que el pelotón me impuso su ritmo, las montañas cacheñas me marcaron el cuerpo. Un inicio duro pero que me fue
formando para lo que vendría, el organismo tenía que acostumbrarse sobre la
marcha y aún había mucho por recorrer.
Ya llegando al primer kilómetro, empezó a aparecer la
velocidad, las piernas se quería poner ligeras. Eran finales de febrero y yo
debutaba en los 3.000 metros sintiendo pasar rápido el tartán bajo mis clavos.
Pero, a poco de empezar, las sensaciones no eran las esperadas,
no respondía tan bien como quería. Lo mismo pasaba sobre las calles de General
Rodríguez para los 8k Maratón Rotary a principios de marzo, sentía que se podía
ir mejor pero no lo lograba.
Buscaba encontrar sensaciones positivas por cualquier lado,
hubo buenos momentos, incluso disfrutando el transcurso de la carrera en un
pelotón con grandes amigos como Javier Carriqueo y Félix Sánchez. Este último fu el mismo que
me ganó por centésimas en 5.000 metros a finales de marzo en el CeNARD.
Pero lo importante estaba aún por llegar, el momento en que
se empieza a ver realmente como está cada uno en el pelotón de punta. Era como
al arribar a Rosario, ya por finales de abril, a mi primer Campeonato Nacional de 10.000 metros, a medirme con los mejores del país.
Y cuando por la mitad de los 7k el pelotón me probó, quedó
claro que no era mi mejor momento, poco a poco vi como se alejaban Javier
Carriqueo, Félix Sánchez, Lucas Negro y Eusebio Moyano, mis ansias de podio se evaporaban en el calor del asfalto porteño. Así, también Moyano se me alejaba, a principio de mayo, en unos nuevos 5.000 metros,
donde muy lejos de lo esperado, giraba por el ovalo del CeNARD en una tormenta
interior.
A pesar de la distancia, pude acomodar el ritmo y notar que ya no me abrían, que aún había alguna esperanza. El Campeonato Metropolitano, a mitad de año, también me devolvió las ilusiones, principalmente al coronarme bicampeón de 10.000 metros pero también al arañar el podio perdiendo el tercer puesto sobre la recta final en los 5.000 metros.
En la carrera de Disney porque empecé a valorar otras cosas,
a disfrutar correr más allá del resultado, a sentir que a pesar del cansancio
podía seguir marchando a buen ritmo. En el año porque, a partir de allí, reenfoqué las prioridades principalmente, mejoré mucho mi peso, llegando abajar ocho kilos desde Río a la carrera más importante del semestre. Sin duda, de allí en adelante todo sería mejor.
Recorrer los últimos kilómetros a la par de los corredores
de 3k, recibir el aliento de la gente, vivenciar los últimos minutos en competencia
de un gran 2014 fueron oleadas de alegría que iban recuperando mi cuerpo. Ya a
mitad de agosto, participar en el Campeonato Metropolitano de Cross y subir a un
podio de grandes atletas, también, me mostró que se podía encauzar por el camino
correcto. Lo que, al poco tiempo, se confirmó ganando los 8k de Makro en Vicente
Lopez; ahora sí, podía enfrentar el final de mejor forma.
Últimas calles y cada paso en carrera lo vivo más plenamente,
ya solo corriendo por placer. Así llega la temporada de pista de primavera, fue
una seguidilla de 3.000 en 8’44”, 5.000 en 15’09”, para terminar en la Copa Nacional de Clubes con 10.000 metros en 31’34” que viví y disfruté por
completo, coronando la experiencia con podios en las tres carreras y la
sensación de que todo era perfecto, pero que también se podía buscar mucho más.
Se ve el arco rodeado de una multitud de gente, distingo a
mi hermano y a mi prima entre la muchedumbre, ya no importa nada, todo salió bien
más allá del resultado, de la misma forma que, aunque los 8k de Philips y los
10.000 del CeNARD, en noviembre, no salieron exactos como los deseaba, todo
cerraba un gran ciclo. Sin exagerar, fue un año mágico.
Año 2011, versión calabaza |
La misma magia que revive a una bella durmiente o convierte
una calabaza en carroza, transformó, en tan solo cuatro años, a un paciente de 85 kilos, que obligado por
su nutricionista empieza a correr dos veces por semana, en un atleta que disfruta todas las horas del día del correr.
Año 2014, versión carroza |
Todas las horas
porque no es sólo el entrenamiento (sin duda de lo mejor del día), sino
también el escribir sobre correr, ya sea para el blog, para la columna en La Palabra, o para RunFitners; descubrir nuevas personas casi a diario
con quienes compartir esta pasión; los viajes a nuevos lugares para competir o
entrenar; el sentirse mimado en cada carrera de calle; el sentirse como en casa
en la pista del CeNARD; sorprenderse en noches de insomnio cuando me duermo más fácil si imagino vueltas en esa pista; saberme plenamente el
protagonista de mi historia. Esencialmente corro porque me gusta, pero ahora
también para que la magia no se acabe, para que la calabaza siga siendo carroza.
Etiquetas:
atletas,
atletismo,
Cachi,
calendario de competencias,
Campeonato Metropolitano,
Campeonato Nacional,
carreras de calle,
Copa Nacional de Clubes,
corre,
correr,
cross country,
diez mil,
pista,
run,
running
domingo, 16 de noviembre de 2014
Corriendo la coneja
La invitación estaba hecha desde hace tres años “¿Cuándo te
tiro una carrera Titán?”. Desde que corrí la Reebok del 2011 en 37 minutos Luis
Molina se ofreció a ayudarme haciéndome de liebre. Pero siempre temí a la
carrera después. ¿Qué pasaría en la siguiente cuando no tuviese ese plus?
Mayo del 2011 |
10.000 m Copa Nacional de Clubes 2014 |
Toda mi experiencia de salto en alto |
Ya con el “ok” de Luis y de su entrenador Cesar Roces todas
las fichas estaban sobre el tablero, sólo quedaba moverlas. Y para completar el
equipo el gran José Felix Sanchez sería de la partida. Ahora la típica pregunta
¿Qué vas a salir a buscar? En el 10.000 anterior pasé la mitad en 15’55”, si ahora queríamos más había que ir a
buscarlo y pasar en 15’50”, después de eso cualquier cosa podría pasar. Incluso
los últimos días empezó a picarme fuerte la curiosidad. ¿Cómo sería correr con
libre? ¿Qué tanto me cambiaría? Esperaba ansioso despejar las dudas.
Llegaba el mejor momento, donde solo queda correr, y el
clima se reía un poco; 32° gritaba el termómetro, el sol calentaba y nosotros no estábamos en la playa. Pero el destino nos vino a guiñar el ojo, invirtieron
el orden de las series, primero largaría la más lenta y para completar el guiño
serían tres distintas. Conclusión, largamos justo dos horas más tarde, a las
19:15 cuando ya ningún rayo de sol reflejaba sobre el tartán del CeNARD.
0,1" antes de largar |
Diez vueltas, cuatro kilómetros y no se acomodaba nada,
seguía con un esfuerzo que no era lógico tan temprano, pero no quería dejar de
arriesgar, la decisión ya estaba tomada antes de salir, era 15’50”, buscar o
morir en el intento, no había negociaciones de última hora. Contando los metros
llegué al ecuador de la carrera y fue el único momento donde miré el reloj,
quería ver con mis propios ojos ese número redondo. Luego de tomar la curva apareció
la hidratación, me refresqué, y el cuerpo pidió pausa. Sánchez me pasó como
poste en la recta disparado tras de Luis, la carrera siguió adelante y yo me
quedé viéndola desde atrás.
Necesité un par de vueltas para que la máquina se enfríe, fue como un directo al mentón en el séptimo round que me tiró a las cuerdas. Aún faltaba casi media pelea y a pesar de que los matemáticos opinen lo contrario; la segunda mitad siempre es la más larga.
Necesité un par de vueltas para que la máquina se enfríe, fue como un directo al mentón en el séptimo round que me tiró a las cuerdas. Aún faltaba casi media pelea y a pesar de que los matemáticos opinen lo contrario; la segunda mitad siempre es la más larga.
Poco a poco me fui recuperando y levantando la mirada, no
estaban tan lejos, aún quedaba algo de fuego dentro, no se había apagado todo. Vuelta
a vuelta erosioné la distancia hasta que Luis me da una mano cortándolo a Félix.
A la deriva se hizo más vulnerable y rápidamente lo conecté. Se había puesto a
un ritmo “ahorro de energía” que me quedaba por demás cómodo, estuve tentado
pasarlo antes de dar una vuelta juntos pero preferí reabastecerme y salir con
más fuerza. Luego de vuelta y media a la par me lanzo en busca de Luis pero con
toda la intención de despedirme del ganador del perfume. Pero una vez que
muerde es difícil que largue y le lo llevé prendido de mi espalda hasta que
finalmente conecté a Molina.
Piedra libre a Félix detrás mío... |
Pero los empates solo existen en el campo, en la pista uno
va detrás del otro y de a poco empiezo a ver una luz en la oscura tarde del
CeNARD, y voy dejando atrás a Félix. Cuatro, tres vueltas, falta tan poco y parece tanto, pienso cada una
como la última, no puedo entender como correré la próxima. Luis me grita unos
números; si corro en tanto va a dar tanto. No entiendo nada, es imposible sacar
una cuenta, ya no hay sangre en el cerebro, no sé que tiempo va a dar, solo
sé que voy a dar lo último que queda de mi.
La campana suena y de a poco se me van las orejas de Molina,
corro todo lo que puedo correr, es lo único que sé hacer cuando lo otro se
acaba. La recta final me recibe con una mezcla de dolor y felicidad, todo se
termina, el año soñado en la pista recorre sus últimos metros.
La alegría hecha foto |
Podio de amigos |
domingo, 9 de noviembre de 2014
La delgada línea de la felicidad
A veces tiene forma de tiempo, a veces tiene forma de
sensación, a veces es indescriptible… hoy sin duda tuvo forma de escalón.
Ya en el ocaso del ciclo de entrenamiento, planificamos
junto con mi entrenador, Ezequiel Morales, una seguidilla de competencias para
sacarle las últimas gotas a la naranja deportiva de este año. Y la primera de
esa serie empezaba hoy, en la bella costanera de Vicente Lopez, flanqueados por
el río más ancho del mundo y dorados por el sol más lindo de la primavera. Los
8k de Philips se presentaban con la siempre prolija organización de
SportFacilitis y todo estaba dado para salir a sentir el placer de correr.
A poco de llegar me encontré con Nico Melgarejo, un viejo amigo
de las pistas y del atletismo federado, esta vez nos mediríamos en el mundo del
asfalto. Ya tirando las últimas rectas se sumó Eusebio Moyano, un habitué de
las carreras de calle esta temporada. Los comentarios traían la noticia de que
también había “un brasilero” que tenía ganas de correr. Y así fue; somos pocos
y nos conocemos muchos, la carrera no iba a estar lejos de ese cuarteto.
Contengo la respiración, diez, miro el horizonte, nueve, intento
que las pulsaciones se mantengan altas a pesar de estar quieto, ocho, relajo
las piernas, siete, deseo suerte, seis, me enfoco, cinco, expiro profundo,
cuatro, inhalo profundo, tres, llevo la mano al reloj, dos, tenso las piernas,
uno, agacho el cuerpo, cero, es acaban las palabras y se empieza a correr.
Los primeros metros somos muchos, pero de a poco lo veo a
Eusebio a mi derecha y a Nico a mi izquierda, se van acomodando las fichas y de
repente aparece Marcelo Avelar para ponerle zamba a la mañana. El extranjero se
puso el traje de retador y salió a marcar el ritmo, con Eusebio montado en su
sombra, escoltados por Nico y por mí. El reloj me marcó el primer kilómetro y
tuve la mala idea de mirar, 3’04” que pesaron más en la cabeza que en las
piernas, esas decisiones que se toman en fracción de segundo y dejo que Marcelo
y Eusebio se vayan a sacar chispas solos mientras me quedo con Nico buscado
aire. La brecha se abre de a poco, incluso a veces la diferencia se mantiene,
pero a medidas que pasan los kilómetros va quedando claro que una pareja
pelearían por ganarla y la otra por subir al podio.
A pesar de la ventosa mañana ninguno de los dos quería
ponerse a reparo, codo con codo íbamos saltando los lomos de burros de la
costanera junto con Nico. Nadie quería perder la iniciativa. Pero ya al llegar
a la mitad de la carrera más que no perder la iniciativa, yo buscaba no perder
el puesto. Me sentía prematuramente cansado y no notaba el mismo desgaste a mi
lado, sin duda la cabeza se iba convirtiendo en mi peor enemiga. Cada pocos
pasos había una excusa para dejarlo ir, poner piloto automático y conformarme
con ser el más rápido en no subir al podio. Los kilómetros se pasaban rápidos
pero no por eso dolían menos, y yo solo pedía seguir un poco más, aunque sin
esperanzas de llegar al arco así. A veces era alguien del público, a veces
algún corredor, a veces solo el cartel de algún kilómetro lo que me alentaba a
seguir un poco más, a dar una chance más a que algo pase. Y cuando cruzamos el séptimo
parcial intenté hacer que eso pase, busqué tímidamente, abrí una pequeña luz,
incluso Nico me alentó a ir por más, pero creo que ni él pensó que lo que tenía
yo era tan poco y a escasos pasos ya estaba otra vez a la par mía.
No me hubiese imaginado que para esa altura de la carrera
aún no supiésemos el final de la historia, pasamos por el costado del arco de
llegada, ya solo falta ir a buscar el retome final y a penas si pude acomodarme
para entrar primero al último codo. Giré lento intentando quedar bien parado
para dar lo último y sin duda en el momento más indicado tuve la mejor
sensación de toda la carrera, me olvidé de lo lento que me había sentido, de lo
pesado de las piernas, de la falta de aire y solo existió para mí el arco y la
cinta. Las rodillas bien arriba, dejar el todo por el todo en esos últimos
doscientos metros, recién ahí creer que se puede, después de casi cuatro
kilómetros siéndome afuera de la fiesta ver que la puerta aún estaba abierta,
que queda lugar para uno más. Sentir que me alejo de todo, que alcanzo lo que
quiero, cruzar el mismo arco que hace menos de dos meses y medio atravesaba ganador,
hoy luchando por subir al último escalón, por cruzar la delgada línea de la
felicidad y sentir que di todo para estar en ese podio.
Adelante habían tenido su propio duelo Eusebio y Marcelo y
la alegría esta vez era brasilera. Realmente fue un cuarteto con muy buena onda
y creo que todos disfrutamos el encontrarnos en la llegada. Con Marcelo y su
familia terminamos volviendo a Capital juntos ya que se hospedaban cerca de mi
departamento. La calidez brasilera llenó el auto y fue placentero hacer de
breve guía turística a lo largo de toda la avenida Libertador.
A veces puede ser un deporte injusto, a veces unos segundos,
a veces un puesto dibujan o borran la sonrisa. Hoy toco sonreír a pesar de
todos los vientos cruzados, y volver a casa con el bolso lleno de amigos,
vivencias y alegrías. La semana que viene cargaré nuevamente el bolso a ver con
que puedo llenarlo en el último giro del año a mi gran pasión, los 10.000
metros en pista. Sin duda los amigos estarán también allí en el CeNARD, sin
duda algo nuevo va a pasar, lo descubriré corriendo.
domingo, 19 de octubre de 2014
Mi felicidad escrita en números: 31’34”
¿Por qué nos llega a interesar tanto un tiempo, una marca?
¿Qué hace que nos fascinemos por correr en 30 segundos menos una carrera de
poco más de 30 minutos? ¿En media hora que puede cambiar medio minuto?
Sin duda debe hacer una respuesta por cada atleta. Arriesgo
a decir que en mi caso es el resumen perfecto de muchas y diversas alegrías;
ocho pasadas de mil con 1’30” de pausa en 3’00”, 90 minutos a ritmo de 3’45”/km
con 146 pulsaciones promedio, 30 minutos de cambios de ritmo con velocidad promedio
en 3’24”/km. Todo muy largo, muchas explicaciones para contar lo que nos gusta
hacer, cuando en resumen sería así: Corro en 31’34”. Y eso me hace muy feliz
hoy.
Ahora ¿Qué pasaba media hora antes de parar el reloj?
Sentado sobre el tartán del CeNARD, mientras ataba las zapatillas más livianas
que tengo, con solo quince minutos de trote ya estaba cubierto en
transpiración. Había hecho todo lo que estaba a mi alcance, desde muchos días
previos, para llegar al 10.000 de la Copa Nacional de Clubes de la mejor forma
posible. Pero el clima no está a mi alcance y la humedad, el viento y la
presión baja decían presente en la mañana del sábado. Siempre busco ser
positivo, pero me hubiese gustado una mano en esa búsqueda de parte de cielo.
Pero por suerte la mano la encontré en la tierra. Si cae
granizo aprovechemos que regalan hielo. Y salimos a correr con lo mejor que
había en ese momento. Rápidamente cada cual supo cómo le sentaba ese día y los
pelotones se aglutinaron en pocas vueltas. En punta Nicolas Ternavasio y Ulises
Sanguineti codo a codo, el segundo grupo con Ishmael Langat, Cristian Meneguzzi
y yo, un poco más atrás Alexis Pensa y Wilson Videla, la fila seguía e iba
tomando forma bajo el sol. No era un día para enfrentar solo al cálido y húmedo
viento de octubre, nosotros tres lo entendimos rápido y fuimos tomando las
riendas una vuelta cada uno, protegiendo a los otros dos, en perfecta armonía
los parciales de 1’16” por vuelta se iban sumando.
Pero adelante no se veía la
misma coordinación, Nico y Ulises corrían a la par poniendo el pecho ambos en
cada metro, al poco tiempo sabríamos quien lo sentiría más.
Como tres mosqueteros pasamos los primeros 2.000 metros en 6’24”
para casi copiar los segundos 2.000 en 6’23”. El juego seguía y todos ganábamos.
Hasta que luego de pasar el ecuador de la prueba el instinto asesino de Ishmael
huele sangre, y muestra los dientes. No muy lejos aparecía Ulises ya
desprendido de Nico, luchando solo como en un desierto de médanos infinitos. El
keniata mostró el pasaporte, desplegó la zancada y rugió tras la presa. Yo me
colgué de la cabalgada intentado incluso ayudar, pero la ferocidad de Langat
iba más rápido que yo y apenas pude quedarme de escolta. Cristian se quedaba al
ritmo crucero y rápidamente le habríamos distancia.
Pero cuando cazó a Ulises no se conformó y lo pasó rápidamente,
yo quedé refugiado en la espalda de él viendo como Ishmael se alejaba. Por
suerte cuando tomé un poco de aire recuperé la actitud salí a buscar reconectar
nuevamente al keniata. Toda esa lucha nos había dado un tercer 2.000 en 6’14” y
mi cuerpo ya lo sentía. Las diez vueltas restantes serían muy largas.
Solo me concentré en jamás bajar la mirada, quería
transformar el cazador en cazado, de una forma u otra lo iba a alcanzar, así
tuviese que poner toda mi energía en ello.
Y así fue, lo alcancé, pero puse toda mi energía. Lo último
que quedaba lo use para un corto pero práctico dialogo de reencuentro, le dije “No
me interesa el puesto, solo quiero la marca, vamos juntos a buscarla”. No había
dudas; era juntos o imposible. El cuarto 2.000 pasó en 6’15” y a partir de allí
cada vuelta fue terrible, desde la lógica es casi incomprensible como faltando
tan poco puede faltar tanto para llegar. El viento que sin duda sería parecido
al de la largada ahora se sentía como un huracán, la humedad como miel flotando
en el aire, la meta un espejismo flotando a lo lejos. Ishmael me llevó a sacar
lo mejor de mí, sin duda solo esos últimos metros hubiesen sido mi derrumbe, ya
no tenía casi nada. Ese casi me lo logró exprimir, me acompañó tanto estando
adelante como estando atrás, me alentó y alcanzó hidratación.
Por como veníamos
intercalados tirando me toco dar la anteúltima vuelta al frente, incluso cuando
me abro para que pase a la última no me cortó de una para asegurarse el puesto,
me permitió seguir en la estela para dar lo mejor de mi hasta el último metro.
Cerramos un parcial de 6’18” y exploté de alegría.
No venía con el tiempo exacto en mente en las últimas
vueltas, sabía que sería algo entre 31’50” y 31’40” pero el esfuerzo final me hizo olvidar de
cualquier cuenta. No lo podía creer, había superado mis sueños, en mis mejores
deseos visualizaba un 31’40”, esos 6 segundos menos eran menos de un segundo
por kilómetro pero eran la muestra concreta de que incluso los sueños se pueden
superar. Hacía medio año había hecho la mejor carrera de mi vida parando el
reloj en 32’23”, ahora llegar 49” antes que mí mejor yo era euforia en la piel.
Se lo dije a todo el que quiso oírme, el torneo recién
empezaba, duraría todo el sábado y todo el domingo con cientos de atletas
compitiendo en todas las disciplinas del atletismo, nosotros recién habíamos
hecho la primera serie, pero sin dudas que ese fin de semana; no habría nadie
más feliz que yo en la Copa Nacional de Clubes.
domingo, 12 de octubre de 2014
Ganar, perder. Perder, ganar
¿Cuándo se gana una carrera? El reglamente básicamente dice
que el primer atleta en cruzar la línea es el ganador, pero ¿Cuándo ganamos
nosotros una carrera? ¿Cuando llegamos primero? ¿Cuándo bajamos nuestra marca? ¿Cuándo cumplimos nuestro objetivo?
Nos largamos a recorrer 5.000 metros sobre el sintético del
CeNARD y al tomar la primer recta ya marchaba segundo sobre las espaldas de
Fabián Manrique, desde la tribuna se podría pensar que empezaba perdiendo la
carrera. Pero al entrar en la recta opuesta él se abre al andarivel dos y deja
que lo sobrepase por el primer carril; iniciábamos la danza que habíamos
acordado en la previa y yo pasaba a ganar la carrera. Otra vuelta completa y
nuevamente el enroque, me abro y dejó que él pase a ganar. En este dialogo de
cuerpos, vuelta tras vuelta, fuimos restando metros, en cada giro el ganador
parecía otro.
Así empezamos la segunda vuelta |
Dos vueltas para el final y Manrique empieza a acercarse,
hace ya casi dos kilómetros que voy ganando pero me siento más cerca de perder
que nunca, el tiempo se escapa y aún parece muy lejana la llegada.
Última vuelta y siento la respiración pegada a mi espalda;
viene a mi mente la misma situación que vivimos dos semanas atrás en el 3.000,
Fabián alcanzándome en la última vuelta y ganándome en la recta final. A menos
de 300 metros para ganar entro primero a la recta opuesta pero se pone a mi
lado y ahora ya no para marcar el ritmo. Nuevamente hay que entrar en la curva
pero esta vez quedo yo atrás y cada vez más metros nos separan, ahora si perder
es una realidad. Quiero ganar, ya no importa si la vuelta es a 1’12”, a 1’20” o
a 1’05”, todo se resume a ganar o perder. Faltan 160 metros y estiro la zancada
para conectarlo, no importa como pero quiero dar pelea hasta el último metro.
Para mi sorpresa siento que una vez pegado el ritmo no me lleva al límite, algo
más se puede hacer en la última recta.
Por fin se acaba la curva y solo se ve la llegada, el viento
golpea nuestras espaldas y me lanzo decidido, siento que puedo, que la historia
no se repite, que paso de perder a ganar… Me regalo el último metro para
levantar el índice y sellar el triunfo, estoy feliz, llegué primero, volví a
ganar en el CeNARD desde aquella tarde de Mayo.
Cuando recupero el aliento miro el reloj, me devuelve 15’09”,
no es poco, son 10”más que mi objetivo, ya no me siento tan ganador, sé que
algo perdí. Salí a buscar algo que no encontré, mientras recibo las
felicitaciones por la carrera pienso en dos semanas atrás cuando perdía el
segundo puesto en la recta final pero cruzando en 8’44”, por debajo de mi meta
personal, ahí si me consideraba un ganador.
Con Fabián Manrique en el podio |
Suscribirse a:
Entradas (Atom)