jueves, 31 de julio de 2014

Crónicas cariocas VIII

¿Qué hago cuando no tengo ganas de entrenar? Entreno igual. ¿Por qué? Bueno, no tiene mucha lógica, pero suelo pensar “hace tres años y medio que vengo cumpliendo el plan de entrenamiento sin faltar un día ¿justo hoy voy a cortar la racha?”
Hoy precisamente no faltaron ganas, pero si hubo fiaca. No pude arrancar de una a la mañana porque tenía que despachar algo de trabajo con la computadora y eso me hizo estirar la salida del primer turno. Acá oscurece temprano, antes de las seis, y esperando a Ezequiel salimos con los últimos rayos de sol, lo cual también me quita un poco de energía.
Vereda de San Francisco
Pero así como la inercia lleva de un paso a otro en el trote, un entrenamiento lleva a otro. Además de que ya he comprobando empíricamente en cientos de oportunidades que una vez hecho el primer paso, todo mejora. Hoy no fue la excepción, por la mañana el clima era estupendo, ya en la vereda, moviendo un poco antes de salir a trotar, el sol se sentía fuerte. A los pocos minutos pude sacarme la remera y disfrutar la mañana en la piel, bordeando la playa San Francisco con unos 27° no fui tan suelto pero tampoco lento y se terminó saboreando el calor en el cuerpo.
Por la tarde empecé temprano con un poco de ejercicios equilibrio para despertar el cuerpo de la siesta, tocaba una hora con un poco de arena y con el atardecer en sus últimos suspiros salimos nuevamente para San Francisco pero esta vez a pisar cerca del agua. Empecé lento, llevado por la inercia del otro, pero poco a poco la calma de la noche que empezaba, la música brasilera que venía de los bares de la costa, las olas que serenaban todo con su ruido, la charla, la compañía, hicieron que la hora se pase al trote, que se transforme en un paseo por la noche costera.

Corro porque me hace feliz, las pocas veces que no tengo ganas de entrenar pongo en un plato de la balanza la pereza que me invita a quedarme en casa y en el otro la energía que necesito generar para romper la inercia y empezar a correr, hasta ahora siempre ha pesado más la energía y he hecho un buen trueque; siempre vuelvo con más energía de la que necesité para salir, y logro una vez más conectarme con el cuerpo y el espíritu, en resumen: siendo feliz.

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