viernes, 1 de agosto de 2014

Crónicas cariocas IX

Hoy en Icaraí
Podría decir que hoy vi Río como nunca lo había visto antes, literalmente. Y ocurrió como tantas veces pasa, sin ninguna planificación, casi de casualidad.
El día había empezado muy bien, temprano había metido un buen entrenamiento de series en subida, con bastante más inclinación de lo que puedo encontrar en el llano lobense, fue una muy buena forma de empezar la jornada, activado desde temprano. A la tarde habíamos planificado salir a correr con Edson, un amigo de Niterói, alumno también de Ezequiel. Pensaba ir temprano a la playa pero el almuerzo fue más tarde de lo común, lo cual retrasó la siesta, suspendiendo la visita a la playa, y ya a las cuatro fui directamente al encuentro de Edson. La idea era sacar un par de fotos y hacer un trote tranquilo, no mucho más que eso.
Salimos desde su departamento cerca de la playa, bordeando toda la costa de Icaraí fuimos charlando y evaluando donde podrían salir un par de fotos. Él tenía en mente hacerme ver lo que acá se conoce como El Parque de la Ciudad, un mirador detrás de la playa de San Francisco, yo no quería hacer nada muy movido y había escuchado que era una subida bastante empinada:
-¿Qué tal es la subida esa Edson?
-Serán 150 o 200 metros…
-A no es tanto…
-De desnivel vertical
-Ah… (la verdad no tenía mucha idea de cuánto es eso, en la pampa argentina de un punto a cualquier otro en general es cero).
Al poco tiempo lo descubrí, empezamos a subir, y subir, y subir, y cuando parecía acabarse, sorpresa… otra subida. Luego de casi quince minutos para hacer dos kilómetros corriendo; si, corriendo; por fin llegamos… 
Imposible contener una exclamación, todo Niterói a nuestros pies y detrás de la Bahía de Guanabara Río de Janeiro contemplaba plácidamente los últimos minutos del sol en el cielo. 
Con Edson
La postal era imponente; el mar, los morros, la ciudad, los barcos surcando la bahía, el sol naranja y cálido despidiéndose lentamente del día. Seriamos unas 30 personas contemplando la naturaleza impactándonos con toda su belleza. Esos momentos en los que los ojos quedan chicos para disfrutar tanto. El miércoles contaba cuantas más cosas se viven corriendo que solo correr, hoy viví otra más.

Luego de contemplar los últimos rayos despedirse del público retornamos con los ojos llenos la empinada bajada, sin prisa, disfrutando de lo que habíamos vivido. La noche se adueñaba de la ciudad, la gente volvía a sus casas a descansar, el día terminaba y yo me sentía otra vez feliz de vivir corriendo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario