Hoy en Icaraí |
Podría decir que hoy vi Río como nunca lo había visto antes,
literalmente. Y ocurrió como tantas veces pasa, sin ninguna planificación, casi
de casualidad.
El día había empezado muy bien, temprano había metido un
buen entrenamiento de series en subida, con bastante más inclinación de lo que
puedo encontrar en el llano lobense, fue una muy buena forma de empezar la
jornada, activado desde temprano. A la tarde habíamos planificado salir a correr
con Edson, un amigo de Niterói, alumno también de Ezequiel. Pensaba ir temprano
a la playa pero el almuerzo fue más tarde de lo común, lo cual retrasó la
siesta, suspendiendo la visita a la playa, y ya a las cuatro fui directamente
al encuentro de Edson. La idea era sacar un par de fotos y hacer un trote
tranquilo, no mucho más que eso.
Salimos desde su departamento cerca de la playa, bordeando
toda la costa de Icaraí fuimos charlando y evaluando donde podrían salir un par
de fotos. Él tenía en mente hacerme ver lo que acá se conoce como El Parque de
la Ciudad, un mirador detrás de la playa de San Francisco, yo no quería hacer nada
muy movido y había escuchado que era una subida bastante empinada:
-¿Qué tal es la subida esa Edson?
-Serán 150 o 200 metros…
-A no es tanto…
-De desnivel vertical
-Ah… (la verdad no tenía mucha idea de cuánto es eso, en la
pampa argentina de un punto a cualquier otro en general es cero).
Al poco tiempo lo descubrí, empezamos a subir, y subir, y
subir, y cuando parecía acabarse, sorpresa… otra subida. Luego de casi quince
minutos para hacer dos kilómetros corriendo; si, corriendo; por fin llegamos…
Imposible contener una exclamación, todo Niterói a nuestros pies y detrás de la
Bahía de Guanabara Río de Janeiro contemplaba plácidamente los últimos minutos
del sol en el cielo.
Con Edson |
La postal era imponente; el mar, los morros, la ciudad,
los barcos surcando la bahía, el sol naranja y cálido despidiéndose lentamente del
día. Seriamos unas 30 personas contemplando la naturaleza impactándonos con
toda su belleza. Esos momentos en los que los ojos quedan chicos para disfrutar
tanto. El miércoles contaba cuantas más cosas se viven corriendo que solo
correr, hoy viví otra más.
Luego de contemplar los últimos rayos despedirse del público
retornamos con los ojos llenos la empinada bajada, sin prisa, disfrutando de lo
que habíamos vivido. La noche se adueñaba de la ciudad, la gente volvía a sus
casas a descansar, el día terminaba y yo me sentía otra vez feliz de vivir
corriendo.
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