sábado, 2 de agosto de 2014

Crónicas cariocas X

Concentrado en el reloj.
Hasta hoy no había hecho ningún entrenamiento en este viaje que no podría haber realizado en Lobos, más allá de las subidas que allá no hay o del hecho que acá tengo más tiempo libre, en la práctica el reloj no mostraba nada sorprendente. Pero hoy fue distinto, hoy sentí el plus del viaje, de estar en un lugar distinto, de un entorno motivante, de correr descubriendo nuevos lugares a cada paso, y a su vez descubriéndome.
Como ya he relatado madrugar acá es mucho más sencillo, aunque hoy quizás se me fue la mano, a las 5:15 salí de la cama. El plan original era salir corriendo con Ezequiel hasta el lugar de entrenamiento del team llegando a las 6:30, pero un par de retrasos hicieron que él suspendiera su entrenamiento y yo quede solo para correr. Tenía por delante 90 minutos, si bien había casi 20 alumnos más para salir no tenía con quien hacer compañía, la semana había sido dura y no me quedaba mucha batería, sumado a que ya eran casi las siete y medía y empezaba a sentir el madrugón; no se pronosticaba un gran entreno más allá de cumplir con lo planificado.
No me gusta hablar de ritmos de entrenamiento en los relatos, soy consciente de que corro un poco más rápido que el promedio de los atletas y siento que estar contando siempre velocidades a las que no todos pueden correr puede quedar ostentoso o parecer que se dice solo para recibir un elogio. Aclarado esto creo que hoy si vale la pena hablar de ritmos como para ir acompañándolos con las sensaciones.
A pesar de que nada garantizaba un entreno brillante intenté por lo menos salir ágil de entrada, como para no achancharme desde el inicio y pasarme los 90 minutos sin despegar. Programé el reloj para que me avise el tiempo de cada kilómetro; eso suele motivarme para buscar un poco más, y largué en solitario por un hermoso boulevar en la costa de Piratininga. El viento se sentía suave en la espalda y el sol calentaba lo justo.
Primer kilómetro: 4’18”, no era un desastre, pero me sentía medio duro y con no mucha vista de mejorar. Segundo kilómetro: 4’14”, a pesar de que me sentía pesado algo se había mejorado. Tercero en 4’08”, de a poco aparecían ganas de soltarme. Cuarto en 4’05” y ya el cuerpo quería correr. Había terminado el boulevar y tomé una pequeña calle costera a un lago, a penas pasaba un auto, tenía varios pozos y el barrio era muy pobre, pero me gustó correr por ahí, me sentía rápido. Del kilómetro cinco al diez el promedio fue de 4’01”/km, ya había vuelto al punto de largada y me lanzaba a otra vuelta igual con ganas de ver qué pasaba cuando sumara más distancia, quizás en algún momento el cuerpo se cansara. Pero del diez al quince salió a 3’55”/km y ya estaba totalmente enfocado, las calles de tierra en algún momento me recordaban a Cachi incluso los parciales que veía me hacía acordar a mi regreso de la altura por lo cómodo que iba a esos ritmos. Del quince al veinte el promedio se fue a 3’46”/km, iba muy bien, con sensación de fondo, de aeróbico, buscando soltura, dejando que fluya. Los últimos tres kilómetros fueron en 3’38”, 3’41 y 3’38”. Nunca busqué apurar o forzar un promedio, las ganas se fueron sumando, la sensación de que podía fondear tan bien como en el verano, como aún no lo había hecho este invierno, estaba presente y me llevaba. Simplemente fluyó, un paso llevó al otro y sentí que la energía del viaje se concentraba en ese momento.
Fueron dos vueltas enteras y una más sólo sobre la costa

Al mirar el reloj me sorprendió un pulso promedio de 147 pulsaciones  por minuto para esa hora y media, pero en realidad fue acorde a la sensación, nunca busqué más de lo que el cuerpo solo pedía. Obviamente la alegría fue grande al terminar, no porque se acabara, sino por como lo había vivido; disfrutando y sorprendiéndome. No eran las nueve de la mañana pero yo ya tenía mi cuota de felicidad diaria rebalsada.
Sin embargo siempre se puede un poco más, así que luego de una muy buena regeneración nutritiva y elongación nos fuimos con un par que iban a nadar a la costa de Camboinha. No nadé pero disfruté de la playa más lindas que he visto acá, me llené de paisaje, espero que una imagen valga más que mil palabras…

El día siguió con una fiesta de mi ahijado en el jardín pero mi energía había quedado en la playa. Hoy fue distinto, sentí otra cosa, se que por más números que analice no lo voy a terminar de reflejar, corrió por dentro, fue una energía distinta, el día sigue aunque no se bien con qué rumbo, pero yo ya soy irremediablemente feliz.

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