Concentrado en el reloj. |
Hasta hoy no había hecho ningún entrenamiento en este viaje
que no podría haber realizado en Lobos, más allá de las subidas que allá no hay
o del hecho que acá tengo más tiempo libre, en la práctica el reloj no mostraba
nada sorprendente. Pero hoy fue distinto, hoy sentí el plus del viaje, de estar
en un lugar distinto, de un entorno motivante, de correr descubriendo nuevos
lugares a cada paso, y a su vez descubriéndome.
Como ya he relatado madrugar acá es mucho más sencillo, aunque
hoy quizás se me fue la mano, a las 5:15 salí de la cama. El plan original era
salir corriendo con Ezequiel hasta el lugar de entrenamiento del team llegando
a las 6:30, pero un par de retrasos hicieron que él suspendiera su
entrenamiento y yo quede solo para correr. Tenía por delante 90 minutos, si
bien había casi 20 alumnos más para salir no tenía con quien hacer compañía, la
semana había sido dura y no me quedaba mucha batería, sumado a que ya eran casi
las siete y medía y empezaba a sentir el madrugón; no se pronosticaba un gran
entreno más allá de cumplir con lo planificado.
No me gusta hablar de ritmos de entrenamiento en los
relatos, soy consciente de que corro un poco más rápido que el promedio de los
atletas y siento que estar contando siempre velocidades a las que no todos
pueden correr puede quedar ostentoso o parecer que se dice solo para recibir un
elogio. Aclarado esto creo que hoy si vale la pena hablar de ritmos como para
ir acompañándolos con las sensaciones.
A pesar de que nada garantizaba un entreno brillante intenté
por lo menos salir ágil de entrada, como para no achancharme desde el inicio y
pasarme los 90 minutos sin despegar. Programé el reloj para que me avise el
tiempo de cada kilómetro; eso suele motivarme para buscar un poco más, y largué
en solitario por un hermoso boulevar en la costa de Piratininga. El viento se sentía
suave en la espalda y el sol calentaba lo justo.
Primer kilómetro: 4’18”, no era un desastre, pero me sentía medio
duro y con no mucha vista de mejorar. Segundo kilómetro: 4’14”, a pesar de que
me sentía pesado algo se había mejorado. Tercero en 4’08”, de a poco aparecían
ganas de soltarme. Cuarto en 4’05” y ya el cuerpo quería correr. Había
terminado el boulevar y tomé una pequeña calle costera a un lago, a penas
pasaba un auto, tenía varios pozos y el barrio era muy pobre, pero me gustó
correr por ahí, me sentía rápido. Del kilómetro cinco al diez el promedio fue
de 4’01”/km, ya había vuelto al punto de largada y me lanzaba a otra vuelta
igual con ganas de ver qué pasaba cuando sumara más distancia, quizás en algún
momento el cuerpo se cansara. Pero del diez al quince salió a 3’55”/km y ya
estaba totalmente enfocado, las calles de tierra en algún momento me recordaban
a Cachi incluso los parciales que veía me hacía acordar a mi regreso de la
altura por lo cómodo que iba a esos ritmos. Del quince al veinte el promedio se
fue a 3’46”/km, iba muy bien, con sensación de fondo, de aeróbico, buscando
soltura, dejando que fluya. Los últimos tres kilómetros fueron en 3’38”, 3’41 y
3’38”. Nunca busqué apurar o forzar un promedio, las ganas se fueron sumando,
la sensación de que podía fondear tan bien como en el verano, como aún no lo
había hecho este invierno, estaba presente y me llevaba. Simplemente fluyó, un
paso llevó al otro y sentí que la energía del viaje se concentraba en ese momento.
Fueron dos vueltas enteras y una más sólo sobre la costa |
Al mirar el reloj me sorprendió un pulso promedio de 147
pulsaciones por minuto para esa hora y
media, pero en realidad fue acorde a la sensación, nunca busqué más de lo que
el cuerpo solo pedía. Obviamente la alegría fue grande al terminar, no porque
se acabara, sino por como lo había vivido; disfrutando y sorprendiéndome. No
eran las nueve de la mañana pero yo ya tenía mi cuota de felicidad diaria
rebalsada.
Sin embargo siempre se puede un poco más, así que luego de
una muy buena regeneración nutritiva y elongación nos fuimos con un par que
iban a nadar a la costa de Camboinha. No nadé pero disfruté de la playa más
lindas que he visto acá, me llené de paisaje, espero que una imagen valga más
que mil palabras…
El día siguió con una fiesta de mi ahijado en el jardín pero
mi energía había quedado en la playa. Hoy fue distinto, sentí otra cosa, se que
por más números que analice no lo voy a terminar de reflejar, corrió por
dentro, fue una energía distinta, el día sigue aunque no se bien con qué rumbo,
pero yo ya soy irremediablemente feliz.
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