miércoles, 2 de abril de 2014

Crónica de un 5.000 metros o cuando las cosas no salen

Faltan 12; el pelotón se acomoda tranquilamente, me ubico detrás de conocidos que se que irán a mi ritmo al principio, busco sensaciones, sentirme suelto, esto recién empieza.


Faltan 11; quedo por afuera del pelotón y trato de cerrarme en la curva, pero es tarde y giro por la parte externa del primer andarivel. Aún no me siento liviano pero quizás es cuestión de rodar un poco más.

Faltan 10; ya había tomado la punta del pelotón en el 700 y paso marcando el ritmo, quiero sumar para buscar vueltas de 1’13” o 1’14”, sigo sin estar cómodo pero aún puede mejorar.

Faltan 9; dejé la punta en manos de otros para recuperarme, pensando volver a empujar cuando junte un poco de aire, pero el aire aún no llega.

Faltan 8; sigo agazapado, no puedo mantener el ritmo de vuelta que quiero, de a poco me voy a 1’15” y me cuesta empujar.

Faltan 7; no me puedo dar por vencido tan rápido, salgo a mover el pelotón otra vuelta, no estoy ágil pero desde atrás tampoco voy a acelerar al grupo, me siento muy exigido para ser que aún no llegamos a la mitad.

Faltan 6; a poco de llegar me abro para ver quien se suma a tirar, el desgaste fue grande en la vuelta anterior, voy a necesitar un tiempo para acomodarme y ver si puedo sacar un poco más pero todo parece cuesta arriba.

Faltan 5; y suena a una eternidad, me cuesta incluso mantenerme atrás del líder del pelotón, a pesar de que el ritmo no aumentó. Pienso en abandonar, en aflojar, hacía tiempo que no tenía esos pensamientos en carrera, pero recuerdo lo mal que me siento después de abandonar un entrenamiento y calculo que si por primera vez abandono una carrera ese sentimiento sería enorme.

Faltan 4; quisiera ayudar a tirar, no sentirme tan impotente ante el ritmo, pero no tengo de donde sacar para pasar al frente.
Faltan 3; sin pensarlo mucho paso a tirar, aunque solo sea una vuelta y después no pueda más, quiero sentir que algo más puse. Un atleta empieza a quedarse adelante y clavo la mirar en su nuca.

Faltan 2; dudo en alcanzarlo, estoy a punto de desistir del intento pero sin pensarlo sigo un poco más y lo conecto sobre el final de la vuelta.

Última vuelta; campana, ya todo se acaba, vengo detrás de él, el ritmo es un poco más bajo de lo que veníamos, algo debe quedar dentro mío, confío en mi sprint, muchas veces me ha acompañado a la punta. Salimos a la recta opuesta y paso al frente, me suelto, intento abrir, relojeo nuestras sombras sobre el tartán y empiezo a ver una luz entre ambos, me tengo fe. Entro a la curva final suelto para lanzarme en la última recta, entrego la energía que queda, intento buscar soltura, dejar todo, se viene la llegada, todo se acaba, y sobre mi hombro derecho reaparece a toda velocidad quien había pasado trescientos metros atrás, no se quedó, luchó hasta el final y me arrebató el puesto en los últimos diez metros. Quinto y sexto traspasamos la línea.

Cruzo con una sonrisa, me alegro por él, por el final que dimos, yo no tenía más y lo sentí ni bien lo vi. Corrí siempre acompañado y eso sacó lo mejor de mí en cada paso, pero así y todo estuvo muy lejos de lo deseado. No planteé mal la carrera, corrí parejo, aceleré cuando debía y siempre tuve a alguien adelante cuando lo necesité. Quedo tranquilo en que corrí lo más rápido que podía. Largué a buscar 15’15” y crucé en 15’33”, con el ínfimo consuelo de haber bajado mi marca tres centésimas, lo que tardamos en parpadear. Pero muy lejos de lo planeado. Puedo buscar excusas y mejorar mi humor, puedo criticarme ferozmente y empeorarlo, prefiero buscar explicaciones y soluciones a futuro. Para eso compito para aprender y ser mejor.

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