domingo, 16 de noviembre de 2014

Corriendo la coneja

La invitación estaba hecha desde hace tres años “¿Cuándo te tiro una carrera Titán?”. Desde que corrí la Reebok del 2011 en 37 minutos Luis Molina se ofreció a ayudarme haciéndome de liebre. Pero siempre temí a la carrera después. ¿Qué pasaría en la siguiente cuando no tuviese ese plus?
Mayo del 2011
Cuando empecé a entrenar hace casi cuatro años, incluso al principio cuando no quería competir, el objetivo siempre fue el mismo: correr cada vez más rápido. Al inicio fue en los entrenamientos, luego en las carreras, pero sólo entendía que si entrenaba bien cada vez sería mejor. Con el tiempo comprendí que lamentablemente no es tan lineal la ecuación, pero me quedó la maña de querer bajar la marca en cada largada. Durante un par de años fue así, por eso no quería cortar la racha, temía que una ayuda externa me hiciera imposible sostener mi nivel en soledad a la siguiente prueba.
 10.000 m Copa Nacional de Clubes 2014
Pero cuando superé mis expectativas en la Copa Nacional de Clubes el interrogante se despertó nuevamente. Ya estaba cumplido el objetivo del año, había tenido una seguidilla soñada de 8’44” en los 3.000, 15’09” enlos 5.000 y  31’34” en los 10.000 metros. Con apenas 17 semanas el semestre ya estaba hecho, sólo quedaba por delante tiempo libre y un 10.000 descolgado a mitad de noviembre. Me considero esencialmente un corredor de 10.000, fui a todos los que pude desde mi debut, al final en 3 años serían 10 veces, no podía faltar a este, pero ¿Cómo mejorar una carrera casi perfecta con un mes más de cansancio, un mes más de calor y posiblemente sin rivales? Parecía la Crónica de una muerte anunciada.
Toda mi experiencia de salto en alto
Por lo que el interrogante volvió a tomar forma ¿No sería el momento de usar el plus? Mi entrenador me puso un claro ejemplo atlético; mi situación era como la de un saltador en alto que ya ganó el torneo con 1,90 metros, pero tiene como mejor marca 2,10. ¿Qué hace? ¿Pone la vara en 2,00? No, pone la vara en 2,12 y se la juega a bajar su marca. Decidido con esa imagen en la cabeza salimos a quemar las naves.
Ya con el “ok” de Luis y de su entrenador Cesar Roces todas las fichas estaban sobre el tablero, sólo quedaba moverlas. Y para completar el equipo el gran José Felix Sanchez sería de la partida. Ahora la típica pregunta ¿Qué vas a salir a buscar? En el 10.000 anterior pasé la mitad en 15’55”,  si ahora queríamos más había que ir a buscarlo y pasar en 15’50”, después de eso cualquier cosa podría pasar. Incluso los últimos días empezó a picarme fuerte la curiosidad. ¿Cómo sería correr con libre? ¿Qué tanto me cambiaría? Esperaba ansioso despejar las dudas.
Llegaba el mejor momento, donde solo queda correr, y el clima se reía un poco; 32° gritaba el termómetro, el sol calentaba y nosotros no estábamos en la playa. Pero el destino nos vino a guiñar el ojo, invirtieron el orden de las series, primero largaría la más lenta y para completar el guiño serían tres distintas. Conclusión, largamos justo dos horas más tarde, a las 19:15 cuando ya ningún rayo de sol reflejaba sobre el tartán del CeNARD.
0,1" antes de largar
Disparo y a correr. Sin sorpresas, como con un libreto actoral todos nos acomodamos, Molina liderando el bote, yo con la vista clava en sus orejas y Sánchez tocándome cada tanto las zapatillas. Luis timoneaba la nave a la perfección, controlando el rumbo cada 200 metros, cómodo en un ritmo que le es cotidiano. Yo sentía que en las primeras vueltas la sensación de comodidad no aparecía. Pero no me desesperé y dejé que los giros pasaran para ver cómo me acomodaba, después de todo no había mucho por hacer, solo seguir a ese chico.
Diez vueltas, cuatro kilómetros y no se acomodaba nada, seguía con un esfuerzo que no era lógico tan temprano, pero no quería dejar de arriesgar, la decisión ya estaba tomada antes de salir, era 15’50”, buscar o morir en el intento, no había negociaciones de última hora. Contando los metros llegué al ecuador de la carrera y fue el único momento donde miré el reloj, quería ver con mis propios ojos ese número redondo. Luego de tomar la curva apareció la hidratación, me refresqué, y el cuerpo pidió pausa. Sánchez me pasó como poste en la recta disparado tras de Luis, la carrera siguió adelante y yo me quedé viéndola desde atrás.
Necesité un par de vueltas para que la máquina se enfríe, fue como un directo al mentón en el séptimo round que me tiró a las cuerdas. Aún faltaba casi media pelea y a pesar de que los matemáticos opinen lo contrario; la segunda mitad siempre es la más larga.
Poco a poco me fui recuperando y levantando la mirada, no estaban tan lejos, aún quedaba algo de fuego dentro, no se había apagado todo. Vuelta a vuelta erosioné la distancia hasta que Luis me da una mano cortándolo a Félix. A la deriva se hizo más vulnerable y rápidamente lo conecté. Se había puesto a un ritmo “ahorro de energía” que me quedaba por demás cómodo, estuve tentado pasarlo antes de dar una vuelta juntos pero preferí reabastecerme y salir con más fuerza. Luego de vuelta y media a la par me lanzo en busca de Luis pero con toda la intención de despedirme del ganador del perfume. Pero una vez que muerde es difícil que largue y le lo llevé prendido de mi espalda hasta que finalmente conecté a Molina.
Piedra libre a Félix detrás mío...
Casi 20 vueltas para que al final la historia estuviera como al principio: Molina, Brahim, Sánchez. Y la tribuna bien dividida; la barra brava de Sanchez se había hecho fuerte en la largada de los 100 metros y mi público me alentaba en la primer curva. Nadie gritaba por Molina, el duelo era de dos, se descontaba que el atleta Nike estaba en otro juego. La noche empezaba despertarse y la película buscaba su fin. No dudaba de que esperar a último momento al Super Sánchez podría letal, ya había padecido su sprint en otras oportunidades y no quería ver como estaba para un cabeza a cabeza. Molina empieza a tensar la cuerda y el aire se pone eléctrico. Todo es cuestión de un instante, la definición es tan inminente como incierta.
Pero los empates solo existen en el campo, en la pista uno va detrás del otro y de a poco empiezo a ver una luz en la oscura tarde del CeNARD, y voy dejando atrás a Félix. Cuatro, tres vueltas, falta tan poco y parece tanto, pienso cada una como la última, no puedo entender como correré la próxima. Luis me grita unos números; si corro en tanto va a dar tanto. No entiendo nada, es imposible sacar una cuenta, ya no hay sangre en el cerebro, no sé que tiempo va a dar, solo sé que voy a dar lo último que queda de mi.
La campana suena y de a poco se me van las orejas de Molina, corro todo lo que puedo correr, es lo único que sé hacer cuando lo otro se acaba. La recta final me recibe con una mezcla de dolor y felicidad, todo se termina, el año soñado en la pista recorre sus últimos metros.
La alegría hecha foto
¿Qué más puedo pedir? A pesar del derrumbe, a pesar de que aposté todo y no salió, el reloj se paró en 31 minutos otra vez. Un poco más largos, casi sobre el final, pero 31’55,18” siguen siendo treinta y un minutos y defendí el dorsal que llevé en el pecho. La noche cubre el ovalo; alegría, sudor, amigos y abrazos, todo mezclado, todo se potencia y me eleva hasta caminar unos centímetros sobre el suelo.
Envuelto en felicidad me despido de la pista por este año, me dio muchas alegrías, más de las que hubiese pensado, cada vez estoy más enamorado de ella, cada tanto me reta pero siempre nos reconciliamos y el amor crece vuelta a vuelta. Faltan varios meses hasta que me vuelva a medir, pero ya la empiezo a extrañar. Por delante un verano me espera para prepararme para el próximo encuentro, quiero darle tanto como ella me da. Nos volveremos a ver princesa…
Podio de amigos

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